Ya era hora que publicara mi primer post sobre las vacaciones. Más que nada porque, con lo rápido que pasa el tiempo, en dos días estaremos en Navidades y los posts no habrán salido todavía.
La primera parada de este año ha sido el Algarve. Bueno, miento. La primera fue Málaga, donde fuimos a celebrar mi cumpleaños y el de unas cuantas primas más, como el año pasado. Después de 2 días de reencuentros, risas y celebraciones, alquilamos un coche y mi madre, mi hermano, Rícard y yo fuimos dirección al Algarve.
Hemos intentado que las vacaciones no se convirtieran en un «ver lo máximo en el mínimo tiempo posible», y creo que lo hemos conseguido. Nos apetecía disfrutar de cada cosa que hacíamos, íbamos, o veíamos, sin la angustia de tener que mirar el reloj e ir corriendo a todas partes. Vivir un poco el presente. Darte cuenta de lo que te rodea y saborearlo, que para ritmos desenfrenados ya tenemos los del curso.
– Playa de Odeceixe. Esta playa queda en el lado Oeste del Algarve, bastante arriba y, sin duda, es un MUST. La playa está en medio de la desembocadura del río Seixe y el Atlántico, así que puedes disfrutar de la apacible (pero helada) agua del río, o de las imparables olas (también heladas) del mar. A nivel de infraestructura, la playa cuenta con una escuela de surf, lavabos públicos con ducha, 2 chiringuitos y una casa de huéspedes donde alquilan habitaciones, con restaurante incluido. Nosotros comimos en el restaurante, divinamente, y muy bien de precio (4 personas = 41€). Aquí probamos el arroz do polvo (de pulpo), muy típico de la zona. Es un arroz caldoso (con grano tipo basmati, más duro), con pulpo, cebolla y otras verduras. Aunque yo no soy fan del pulpo, tengo que reconocer que el arroz estaba verdaderamente bueno.
– Playa de Arrifana. Es una cala (grande) muy bonita, totalmente protegida por acantilados, y merece la pena verla. Es bastante salvaje, a nivel de infraestructura solamente cuenta con un chiringuito, que queda un poco más arriba de la cala. También queda en el lado oeste, un poco por debajo de la de Odeceixe (muy cerquita de Aljezur).
– Playa da Marinha. Espectacular. Aquí realmente puedes apreciar las genialidades de la naturaleza. Rocas inmensas se levantan omnipotentes en medio del mar. Es un conjunto de 3 calas seguidas y puedes pasar de una a otra por el agua (si la marea está más o menos baja). Por allí hacen ruta barquitos y te pasean por las diferentes grutas y cuevas (15€ por adulto; 10€ los niños). En cuanto a la infraestructura, cuenta con un chiringuito y restaurante en la primera de las calas; el resto son totalmente vírgenes. Está en el sur del Algarve y queda a medio camino entre Albufeira y Portimao.
– Playa de los 3 hermanos. Otra obra de arte de la naturaleza. Esta playa es un conjunto de calitas, unidas por diferentes grutas. Nos gustó mucho. Mi recomendación personal es no quedarse en la primera de las calas puesto que, a medida que avanzas, hay menos gente y las calas son más tranquilas. Aquí tampoco hay infraestructura pero la playa de al lado, la playa de Alvor, es muuuuuy larga y está mucho más equipada (restaurantes, alquiler de hamacas y sombrillas…). La playa también está en el sur del Algarve, al lado de Alvor, y muy cerca de Portimao.
– Cabo San Vicente. Para disfrutar de una puesta de sol de lujo. El Cabo San Vicente es el punto más al oeste de toda Europa y ver la puesta de sol desde allí es un privilegio. Eso sí, imprescindible del todo llevar chaqueta y pantalón largo porque tanto el viento como la humedad que hay son espectaculares (aquí una servidora se plantó en tirantes y falda corta y me quedé totalmente helada). Como curiosidad, decir también que la luz del faro que hay en el cabo es la más potente de toda Europa.
– Caldas de Monchique. La mayoría de pueblos del Algarve se parecen (o, por lo menos, los que vimos nosotros). Son pueblecitos pescadores, que han ido recibiendo el impacto del turismo. Los que me parecieron más genuinos (o en estado más natural, es decir, sin la masificación turística) fueron Odeceixe y Ferragudo pero, si quieres ver una cosa diferente, un pueblo (muy pequeño) rodeado de verde y perdido en medio de las montañas, entonces tienes que ir a Caldas de Monchique. Nos lo recomendaron en el hotel y nos gustó muchísimo. Cenamos en la terraza del restaurante del hotel (único hotel, creo) que tiene el pueblo y comimos súper bien.
– Restaurante Gosto. Hay que decir que, a nivel gastronómico, el Algarve ha cumplido sobradamente expectativas. Está lleno de pequeños restaurantes, con unos menús sencillos, a base de comida casera de la buena, y con unos precios más que aceptables (muy baratos, realmente). Un día, por eso, quisimos cenar en un sitio un poco más sofisticado, para hacer la celebración de mi cumpleaños en petit comité (ya ves que, si por mi fuera, la celebración de mi cumpleaños duraría un mes entero) y Rícard había fichado éste desde Barcelona. Es un restaurante decorado con muy buen gusto (velas por todas partes, mesas de madera macizas, sillas de diferentes tipos…), con unas vistas exquisitas al Atlántico, y una comida muy variada y súuuuuuper rica. Cenamos de maravilla y, si es una ocasión especial, vale la pena. Está en Ferragudo (un poquito apartado del pueblo) y ésta es su web: http://www.gosto-ferragudo.com
– Hotel Casabela. Me imagino que hoteles bonitos debe haber muchos en el Algarve. Nosotros tomamos la decisión de irnos allí de vacaciones 4 días antes de marchar, de modo que todo fue un poco precipitado. Con el poco margen de tiempo y la época del año en que estábamos (tercera semana de agosto), no había mucho donde elegir, y este hotel pareció reunir todo lo que pedíamos: ubicado en un pueblo tranquilo (Ferragudo), alejado de las fiestas nocturnas y del turismo de masas; familiar, dentro de las posibilidades (no me gustan las moles de 15 pisos); piscina; y playa bien cerca para poder salir a correr por las mañanas. El hotel superó nuestras expectativas. A pesar de ser grande, es muy familiar, las habitaciones son perfectas para un destino de playa (grandes, luminosas, con terracita), la piscina nos acogió más de un día y de dos para dormir una pequeña pero divina siesta, y la playa estaba a 70 metros del hotel (hay un caminito que sale de la piscina, que te lleva directa a ella). Ah! y el bufete del desayuno era espectacular (y ya se sabe que conmigo esto siempre es un plus! ;)). Si te interesa, puedes hacer clic aquí para ver su web.
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