este verano he leído mucho y variado: biografías, novelas, revistas… uno de los libros que he leído ha sido Algo que celebrar, de Lola Mayenco. me lo recomendó Noe hace más de un año y, a pesar de haberlo comprado enseguida, no me había puesto con él con ganas. en agosto lo retomé y lo he disfrutado mucho. en él la autora te lleva en un recorrido por las miles de celebraciones que existen actualmente por todo el mundo, te anima a incorporar nuevas celebraciones en tu vida, a celebrar los cambios de estación, los pequeños logros y todo lo que te apetezca. tiene una base antropológica importante pero en realidad es un canto a la vida y a la alegría de vivir. leerlo ha sido un regalo porque me ha descubierto celebraciones preciosas y llenas de significado y, sobre todo, me ha llevado a contemplar con más detenimiento mi día a día y a darle el valor que merece a la vida que tengo y a las cosas que me rodean. gracias, Noe, por recomendármelo.
podría destacar muchas de las celebraciones que me han sorprendido o que me gustaría incluir en mi calendario pero hubo un capítulo que me llamó especialmente la atención y que me hizo pensar sobre la generosidad, sobre qué es y qué efecto tiene en quién la reparte y quién la recibe.
según cuenta el libro, los musulmanes creen que compartir la riqueza es como podar una planta: después de cortar, crece más. es para ellos tan importante que en el Islam es obligatorio entregar una parte del dinero que se gana para ayudar a las personas más pobres y necesitadas. también en el budismo es algo esencial: los budistas creen que la generosidad es capaz de transformar completamente a quien la utiliza y que se es más rico cuanto más se entrega. me gusta sobre todo que ambas religiones consideren que todo el mundo puede practicarla, que no hace falta ser rico para eso; una sonrisa o una palabra amable también son actos de generosidad.
esto me llevó a pensar en esos regalos espontáneos que te da la vida, que te sacan una sonrisa y te alegran el día; no sé si es porque le pongo más atención pero últimamente siento que no hacen más que regalarme gestos de todo tipo que me hacen llorar de agradecimiento y de emoción. recuerdo el tercer día que estaba en Madrid, el primero que Rícard estaba de vuelta al trabajo, y que yo me encontraba en un piso vacío, sucio y con mil cajas por abrir y colocar. desde nuestra llegada no había parado de llover y yo tenía exceso de cansancio y frío. me metí en un pequeño restaurante a comer para recomponerme pero, al ir sola, tuve que sentarme en una mesa grande para compartir y en ese momento lo último que me apetecía era compartir. al poco rato se sentó un hombre enfrente de mí y empezó a entablar conversación; por educación iba contestando a sus preguntas aunque no me sentía muy animada para hablar. cuando terminamos de comer, ante mi máximo asombro, pagó mi comida alegando que no podía ser que mi primer recuerdo de Madrid fuera la lluvia incesante; me deseó mucha suerte y, sin más, se fue. él no lo sabe pero cambió por completo mi día y mi sensación con la ciudad.
también hubo aquella vez en que llegaba muy justa a coger el AVE para Barcelona y mi tarjeta de metro estaba dando problemas sin razón y yo, cada vez más nerviosa, me las estaba teniendo con la persona de seguridad que había en el metro; se me acercó un chaval de veintipocos años y me ofreció su tarjeta para que pasara con ella. o cuando fui a la floristería a comprar unas cuantas flores para casa y vi unas rosas amarillas preciosas pero no llevaba suficiente dinero encima así que elegí otras más baratas y la florista me regaló igualmente una de las rosas amarillas. o cuando Ibabe me mandó por correo una carta con un llavero que había hecho ella para mi nueva casa en Madrid y un cartel deseando feliz año nuevo en el que decía que mi año empezaba en ese momento ya que mi Nochevieja había sido un poco turbulenta. o cuando la farmacéutica quiso regalarme el ramo de novia y la cinta del pelo que llevé el día de mi boda. o cuando Verónica me mandó un libro a casa y un regalo de somos bonjour para que lo recibiéramos el día de la boda. o cuando Isa y Eva me mandaron un ramo de rosas rosas enorme porque no podían estar en nuestra boda. o cuando todo el grupito de mosqueteras me hicieron una manta preciosa con sus manos para que me diera ánimo y cariño en mi recuperación post-hospital. o cuando el joyero al que conocemos desde hace tiempo nos rebajó muchísimo las alianzas de la boda porque él también quería hacernos un regalo. o cuando mis primas y primo pequeños de Sevilla y Málaga me hacen 500 dibujos diciendo lo mucho que me quieren. o ahora mismo, mientras escribo estas líneas desde una cafetería, que el camarero se ha presentado con un gran corazón y las palabras love escritas en mi café con leche. pensar y recordar cada uno de estos gestos me hace sentir muy, muy afortunada por tener tantas personas así en mi vida.
ser generoso es hacer granola de más y regalarla a amigos o familia que sabes que les gusta; es llevar la ropa que ya no utilizas o te queda pequeña a una parroquia o a una organización que la aproveche para otras personas que la necesiten; es decirle a alguien lo guapa que está; es acordarte del cumpleaños de alguien y mandarle una felicitación por correo; es plantar un árbol; es regalar un libro a alguien que sabes que le gustará; es donar los libros que ya has leído a una biblioteca; es dedicar unos minutos de tu tiempo para ver el nuevo proyecto de una amiga; es ceder tu asiento en el autobús a alguien que va cargado; es decir en voz alta que la comida estaba deliciosa o que tienen cosas súper bonitas en la tienda; es ceder a ver el fútbol en lugar de la serie que te apetece porque sabes que le importa; es decirle a alguien que admiras mucho su valentía o su perseverancia o su capacidad para ver el vaso medio lleno; es hablar con alguien por teléfono y dedicarle toda tu atención; es soltar un te quiero espontáneo y sincero; es decirle a alguien que te ha gustado el artículo que ha escrito o el trabajo que ha hecho; es donar sangre; es felicitar a alguien por su nuevo proyecto y desearle lo mejor; es acordarte de alguien que no lo está pasando bien y escribirle unas palabras de ánimo y cariño… ser generoso es algo tan fácil y tantas veces gratuito (y, si no lo es, el esfuerzo que supone suele ser tan pequeño en comparación a la satisfacción que genera tanto en ti como en el otro); yo siento que mi vida está a rebosar de personas generosas que la demuestran con pequeños y grandes gestos a diario y me vienen a la cabeza especialmente mi madre y mi abuela, dos de las personas más generosas que conozco; me enorgullece que estén en mi vida y que pueda tomar ejemplo de ellas.
aún a riesgo de parecer un poco loca, animo a pensar y observar con detenimiento los gestos bonitos y generosos que hemos tenido y que han tenido con nosotros y animo también a incorporar un grado más de generosidad en nuestras vidas. yo, igual que los musulmanes, pienso que cuanto más se practica, más se genera y estoy convencida de que, por ello, tu vida pasará a ser más bella.
feliz miércoles!
pd. desde este sábado y hasta el 19 de octubre voy a estar en Indonesia disfrutando de unas largas vacaciones/luna de miel con mi recién estrenado marido 🙂 tenemos muchas ganas de hacer este viaje y estamos contando los días que faltan (3). así que, siguiendo la tónica desordenada del blog de este último año, no volveré por aquí hasta dentro de unos días. nos vemos a la vuelta! 🙂
{fotografía de Kate Holstein para Cereal}
{fotografía de Kate Holstein para Cereal}
Gracias por tu generosidad, por compartir tus historias...
Besines from Denmark
Quines paraules més boniques, tens tota la raó!
Com el mail que vaig rebre, em va fer molta il·lusió.
Ara toca disfrutar d'aquest super viatge, ja ens explicaràs a la tornada.
Petonets!
Buen viaje, disfruta mucho.
¡Qué tengan un viaje muy lindo!
Os deseo muy bien viaje. Disfrutad. Vuelve con más magia. Un abrazo