coloco el cojín que me regaló rícard una de las primeras navidades que pasamos juntos en el suelo, me siento con las piernas cruzadas sobre él, cierro los ojos y, mientras respiro, siento como esa sensación de calma y paz empieza a asentarse en mí. adoro este rato diario. es un espacio para mí; de observación, de introspección, de confrontación, de trabajo y de crecimiento. por encima de todo, es mi refugio. ahora es una práctica diaria y no salgo de casa sin haberla hecho, aunque a veces esto suponga tener que madrugar más, si tengo que estar en algún sitio temprano. me gusta empezar el día de esta forma, con estos minutos de mirar adentro. me hace sentir conectada, enraizada, centrada.
no siempre ha sido así. empecé a tontear con la meditación en 2011, en un taller de 4 días sobre pintura y creatividad. en realidad era un taller de trabajo personal y la pintura era el medio elegido, la herramienta. el taller empezaba cada mañana a las 8h con 1hora de meditación activa y concluía a las 19h, con otra meditación de 1hora. en ese taller solo hice las meditaciones de la tarde y un día, el último, probé la de la mañana. ahí conocí a muchas personas que meditaban diariamente y que me contaron lo bien que les iba tener ese espacio para ellas y, aunque yo misma en solo esos 4días había visto el bien que me había hecho, recuerdo pensar que no tenía tiempo en mi día a día para eso.
en 2012 hice un retiro de una semana de constelaciones familiares y el funcionamiento era el mismo: meditación al empezar el día y meditación al acabar. me di cuenta de que las meditaciones me ayudaban a procesar lo vivido en los talleres, a integrarlo de otra manera y a expresar emociones que a veces correspondían a situaciones presentes y, a veces, pasadas. en 2013 hice dos retiros más de este tipo y, con ellos, más meditación. en los talleres disfrutaba con las meditaciones y veía claramente su utilidad pero después llegaba a casa y me costaba mucho ser constante, encontrar ese espacio diario para ello. desde entonces mi relación con la meditación había sido intermitente: en épocas de más ansiedad o malestar la hacía a diario pero, faltaba que un día no pudiera hacerla por lo que fuera, que eso rompía el frágil hábito que intentaba establecer y no conseguía reengancharme después.
fue en la primavera del año pasado que la retomé nuevamente porque me sentía muy intranquila y desde entonces ya no la he dejado. la diferencia respecto a veces anteriores es que dejé de ponerle cualquier tipo de presión y de tiempo. me sentaba y cuando sentía que era suficiente volvía a abrir los ojos. a veces habían pasado 5minutos, a veces 10 y, puntualmente, 20. y me parecía bien, me decía que mucho mejor hacer 5minutos que ninguno. y esto es lo que he mantenido hasta el momento aunque lo habitual desde hace meses es que me quede entre 25 y 35minutos. en realidad, esto es lo que menos me importa, estoy el tiempo que necesito estar y solo cuando sé que no puedo pasarme de X minutos porque tengo que salir a determinada hora, pongo una alarma para poder meditar tranquila, sin estar sufriendo por el tiempo.
formas de meditar hay muchísimas y muy variadas: guiadas, con música o en silencio, activas (en movimiento) o sentadas/tumbadas… y a mi entender todas son igual de válidas si ayudan a la persona. lo que a mí me va mejor es sentarme con los ojos cerrados, respirar varias veces hasta que el ruido de mi cabeza va cesando (y hay días en que puedo pasarme 10minutos así, simplemente respirando, dejando que mi cabeza diga todo lo que tenga que decir hasta quedarse tranquila) y, cuando empiezo a notarme más tranquila, me imagino una especie de burbuja de cristal que empieza en la coronilla, como un palmo por encima de mi cabeza, y que me envuelve entera. esta burbuja me hace sentir más apartada del exterior y más conectada conmigo. después lanzo una pregunta, una duda o un tema que me inquiete o que no sepa cómo resolver y espero. a veces me viene información muy clara y concisa; a veces son imágenes abstractas o palabras específicas que en ese momento no sé qué significado tienen; a veces se recrean situaciones del pasado desde una perspectiva diferente, desde algo que no vi en su momento; a veces es lo mismo pero con situaciones presentes; a veces es algo de esto acompañado de sensaciones corporales y, a veces también, se juntan emociones: llanto, alegría, paz, felicidad, angustia… cuando empecé había muchos días en que no sentía apenas nada o que la imagen era tan abstracta y lejos de mi realidad que no estaba segura de estar haciéndolo «bien», pero había una parte de mí que me decía que continuara, que sabía que aquello me estaba haciendo bien. y así lo he hecho; sin cuestionarme, sin racionalizar… simplemente dejando que saliera en cada momento lo que tenía que salir.
ahora mismo se ha convertido en parte de mi rutina matutina y en una fuente de conexión conmigo a la que no quiero renunciar. me ayuda a procesar, a comprender situaciones, a ver perspectivas diferentes de una misma realidad; me ayuda a conocerme, a comprenderme, a sanar heridas y a tomar consciencia.
sea meditar, escribir en un diario, hacer un retiro de silencio, ir a terapia, hacer un proceso de acompañamiento con un coach o con un mentor, reflexionar, hacer yoga o cualquiera que sea la herramienta que más le funcione a cada uno, me parece importante crear un espacio para conectar con uno mismo porque, solo conociéndome, viendo y aceptando mis miedos, mis necesidades y mis anhelos puedo ser honesta conmigo y con el resto de las personas, puedo trabajar por conseguirlos y puedo relacionarme desde otro lugar con el resto del mundo, desde uno más genuino y, seguramente también, más amable y compasivo. y en una sociedad en la que cada vez hay más inputs, más información, más oferta y más voces y en la que, por ende, más fácil es perder la propia voz entre tanto ruido, me parece más necesario que nunca.
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