Como se puede deducir por el post del lunes, ese día fue el cumple de Rícard. 27 años ya… empezamos a hacernos mayores! 🙂
Normalmente por su cumple solíamos hacer una escapada a la Costa Brava. No tenemos casa ahí (quién tuviera una!) pero hay un hotelito, sencillo e ideal, en Sa Riera (Begur), y solemos pasar ahí un fin de semana largo de celebración. Este año, por temas de agenda y demás, no fue posible, así que el plan era pasar un día relajadito en Barcelona (él se pidió fiesta). A mí el plan no me acababa de convencer, la verdad. No es que sea de las que cree que el cumpleaños hay que celebrarlo por todo lo alto pero, si te paras a pensarlo, es realmente un día importante, es el día en que naciste y, por tanto, el día en que las vidas de muchas personas (especialmente las de tu familia) cambiaron, y esto es motivo de celebración. O no?
Total, que decidí que quizás no nos íbamos a ir de fin de semana, pero sí haríamos algo diferente. Así que, sin que él lo supiera, reservé una habitación en el hotel La Florida para la noche del domingo al lunes. Este hotel es un pequeño paraíso que se encuentra en el Tibidabo y, precisamente por su ubicación, tiene las vistas más privilegiadas de Barcelona. Por la noche daba pena correr las cortinas porque tener Barcelona a tus pies toda iluminada era un auténtico lujo.
Tras la sorpresa inicial de Rícard al decir yo el domingo después de comer «haz la maleta, que nos vamos» (su cara, una mezcla de sorpresa genuina, ilusión y yo creo que susto de pensar «a ver dónde me lleva ésta?!», no tuvo desperdicio), pusimos el bañador y una muda en una bolsa y fuimos para allá. Llegamos a media tarde, justo para darnos un bañito en la piscina que tiene el hotel, y bajar a la terraza (uno de sus puntos fuertes) a tomar una copa de vino y cenar algo ligero. A la mañana siguiente, y después de pegarnos un festín espectacular con el desayuno (ya se sabe que es mi punto débil), continuamos disfrutando de la piscina y del sol hasta la hora de comer, momento en que, no sin tristeza, nos fuimos del edén para volver a nuestro pisito de 65m. Comimos en el brunch & cake, uno de mis sitios favoritos (puedes ver el post que escribí sobre ellos aquí). Y sí, ya sé que era SU cumpleaños pero el plan lo montaba yo, no? ;p Por la tarde estuvimos de paseo hasta la hora de cenar, cuando nos juntamos con su familia para celebrarlo.
Fue un día súper bonito, cargado de momentos especiales, no tanto porque el hotel fuera precioso o porque la comida estuviera muy buena, si no porque los dos estábamos relajados, disfrutando de cada momento, sin pensar en el reloj, en las preocupaciones y tensiones del día a día… simplemente estando presentes. Ah! y cerramos el día con nuevo propósito: hacer más cosas que nos apetecen «porque sí», sin tener que esperar una ocasión para celebrar. No suena mal, no? 🙂
Dejo algunas fotos del día, por si las quieres ver:
pd. No tiene nada que ver pero esta semana por fin me he atrevido a pintar el mueble que no me gustaba que teníamos en el pasillo con chalk paint y el resultado me encanta!! 🙂 El amarillo le da un toque alegre y diferente que me gusta mucho, y esto que no tenía nada claro que el color fuera acertado… (se me antojó el amarillo en la tienda, pero era consciente que era una apuesta arriesgada). Estoy tan contenta con el resultado que me ha apetecido compartirlo (lástima que no tenga foto del «antes»). Voilà!
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