A parte de la estética, la comida es buena. Muy buena. Es una mezcla de platos italianos, tapas catalanas y delicatessen francesas. Una carta no muy extensa, pero con unos platos bien seleccionados y, sobre todo, muy bien elaborados, hechos con mucho esmero y con ingredientes de calidad. Es de esas cosas que notas cuando las pruebas. La verdad es que comimos de maravilla.
No solo es restaurante, por eso. Su amplio horario permite que vayas a desayunar, almorzar o merendar con un amigo/a y pruebes alguno de sus dulces (todos caseros, como el resto de la comida), mientras te sientas en una mesita de dos (o en la grande que tienen nada más entrar, para compartir), o vayas a la sala del fondo, un poco más apartada y con mesas que permiten acoger a más personas.
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