era un viernes a mediados de diciembre, el día 11. acababa de regresar a Barcelona de mi aventura lisboeta, justo la tarde anterior. Rícard venía de Madrid a pasar el fin de semana conmigo. por aquel entonces yo ya no me encontraba nada bien, me cansaba cada vez más al salir, tenía dolor, miedo y me sentía frustrada. cuando llegó me dijo que pasaba a saludar a sus padres antes de venir a mi casa y yo aproveché para salir con mi madre y una amiga a comprar material para las postales de Navidad. mientras volvíamos, me llamó pidiéndome que nos viéramos en los bancos que hay debajo de mi casa; en esos bancos habíamos pasado infinidad de horas antes de irnos a vivir juntos, cuando no teníamos dinero que gastar y no sabíamos dónde vernos. mi madre se puso muy pesada de repente queriendo subir a casa lo que habíamos comprado y, antes de que me hubiera dado cuenta, tanto ella como mi amiga habían desaparecido. él me estaba esperando con una rosa roja. nos sentamos en el banco de siempre y allí, en medio de sus nervios, de sus balbuceos y de mi incapacidad por comprender qué estaba pasando, se puso de rodillas delante de mí y me pidió que nos casáramos. me puse nerviosa yo también y mientras reía y lloraba y lo abrazaba bien fuerte, todo a la vez, le dije que sí.
no fue la pedida más romántica ni la más espectacular, pero sí la más nuestra, la que habla más de los dos: algo sentido, con significado y sin florituras ni adornos innecesarios. a pesar de la ilusión que nos hacía, a los pocos días vinieron mi ingreso en el hospital, la posterior recuperación en casa, el traslado a Madrid… e inevitablemente la boda pasó a ocupar el último lugar en la lista de prioridades hasta que, hace un mes, mientras estábamos en Ibiza, hablamos del tema y, contra todo pronóstico y sentido común, decidimos que nos casábamos este año, el 2 de septiembre. teníamos claro que queríamos casarnos en verano, es nuestra estación favorita; en septiembre es siempre cuando nos vamos de vacaciones así que es un mes repleto de buenas sensaciones y bonitas memorias. tenía mucha más lógica esperar un año y poder hacer las cosas con más tranquilidad, con tiempo, que nuestras vidas actualmente ya son muy agitadas pero, quién quiere esperar un año y medio a hacer algo que le hace muchísima ilusión? Rícard cumplirá los 30 en julio y yo, en agosto, y la verdad es que, después de unos últimos años un tanto difíciles, no se me ocurre mejor forma de entrar en los 30 que con esta gran celebración.
nos casaremos al ladito del mar, como no podía ser de otra forma, en una zona llena de significado y recuerdos para mí, para poder sentir bien cerca a los que ya no están.
no sé si hablaré más de la boda por aquí, o no, pero me apetecía compartir la buena noticia; creo que lo bueno, compartido, sabe mejor 🙂
muy feliz miércoles! ***
no sé si hablaré más de la boda por aquí, o no, pero me apetecía compartir la buena noticia; creo que lo bueno, compartido, sabe mejor 🙂
muy feliz miércoles! ***
{fotografía de Lauren Apel}
Ja pots està amb els preparatius que queda ben poquet...;)
Jo també em caso aquest any, el 12 de novembre, jejeje!
Un petonarru
A mi si que em sembla una manera romàntica de demanar-t'ho, senzilla, sincera i amb molt sentit, així que deuria ser perfecte. Ara a gaudir tots els preparatius!! Muuua*
Seguro que va todo genial y tenéis una boda preciosa.
Esperar es como todo, a unos les vale y a otros no. Si os apetece casaros cuanto antes y sois capaces de organizarlo... ¡mejor que mejor! A mi no me quedó otra que organizarlo con un año y pico, pero me hubiera casado al día siguiente... así que en mi opinión tenéis muchísima suerte :)
Un besote y a disfrutar!
Gracias por compartir, otra vez, lo que tú eres, en lo bueno y en lo malo, en la esperanza y en la dificultad, en la alegría y en la tristeza...jejeje.
¡Seguro que vuestra boda es maravillosa, como tú y este blog!
Nerea
Os deseo toda la felicidad del mundo.
Un beso