hay personas con las que conectas de inmediato sin saber muy bien por qué. el sr. Ramon era (y sigue siendo) el voluntario que venía los viernes a la ONG donde trabajaba. un hombre de setenta y algo, elegante, trabajador, responsable, cumplidor, autoexigente y perfeccionista, afable, compasivo, honesto, coherente y muy discreto. con él me pasó, conecté, a pesar de la diferencia de edad y de nuestras historias de vida tan distintas, desde la primera vez que lo vi.
sin que fuera explícito en el despacho, asumí un poco la “responsabilidad” sobre él. cuando llegaba a las 9h, impecablemente vestido y con una puntualidad alemana, nos saludaba a todas y en seguida venía a mi mesa a que le explicara el trabajo para ese día. él venía a trabajar y no a pasar el tiempo así que, en cuanto tenía su cometido claro, se dirigía a su mesa rápidamente para empezar. nos ayudaba con las tareas administrativas y era rápido aprendiendo y trabajando. cuando le dábamos un nuevo quehacer, anotaba cómo tenía que hacerlo en una libreta a la que recurría si no se acordaba de algo. era muy metódico y se molestaba si algo no le salía bien, se notaba que no le gustaba tener que venir a preguntarnos, creo que lo entendía como que nos hacía perder el tiempo cuando en realidad nuestro trabajo también era estar disponible para los voluntarios y acompañarlos en sus tareas.
le gustaba salir puntual, era de rutinas marcadas, pero no se iba si no había acabado el trabajo de aquel día. muchas veces, si cuando se iba yo no estaba en el despacho, al regresar me encontraba sobre mi mesa los expedientes con los que había trabajado, perfectamente clasificados, con aclaraciones escritas en post-its encima de cada pila.
discreto como era, nunca preguntaba ni pedía explicaciones y, cuando yo intentaba aclararle algo, a menudo me interrumpía diciendo: no, si tú a mí no me tienes que explicar nada. la misma discreción que tenía hacia los otros la tenía con su vida. lo cierto es que en muchos aspectos lo admiraba y le tenía un profundo afecto.
mi último día de trabajo en la ONG no sabía que no iba a volver, me fui porque estaba enferma, de modo que no me despedí de nadie, de él tampoco. después de decidir no volver definitivamente, entré en un proceso largo, y a veces difícil, de enfermedad y transformación personal. aunque todavía sigo en este proceso, los 2 primeros años y medio fueron especialmente intensos y en ese tiempo perdí el contacto con mucha gente. hace unos meses, más serena y sintiéndome más «yo», me apeteció contactar con él, explicarle mi ausencia. le mandé un correo para Navidad, que me contestó con un entusiasmo visible incluso a través de la pantalla, y quedamos en vernos cuando yo fuera a Barcelona.
y hace 2 semanas nos encontramos para tomar un café. a pesar de ser yo puntual, sabía que él habría llegado antes y entré directamente en la cafetería. cuando nos vimos, nos abrazamos los dos visiblemente emocionados y nos sentamos en una mesita con un café y un té. la hora siguiente la pasé totalmente absorta en sus palabras. sus reservas a la hora de hablar sobre él y su vida habían desaparecido y allí estuve escuchándolo, aprendiendo todo cuanto quiso contarme sobre sus alegrías y sus tristezas, sus rutinas; sobre su preocupación cuando me veía en el trabajo los últimos meses antes de irme porque él sabía que algo no andaba bien; sobre los aprendizajes que había hecho en su vida de casado y que quería compartir conmigo, con la esperanza de que me sirvieran a mí también.
fue un regalo. me hubiera quedado horas allí con él. lo escuchaba con una entremezcla de admiración, respeto y sorpresa al ver una faceta tan abierta y comunicativa de él a la que no estaba acostumbrada. me alegré infinito de haberle escrito, de haber superado mi vergüenza inicial por el autoreproche que me hacía por haber desaparecido sin dar explicaciones. por su parte podía ver claramente que no me lo tenía en cuenta.
salí de la cafetería repitiéndole hasta la saciedad lo mucho que había disfrutado de ese ratito y lo contenta que estaba de que nos hubiéramos visto. nos despedimos con un abrazo bien largo sabiendo que esta vez no pasaría tanto tiempo antes de volver a vernos.
lo comparto aquí porque este espacio se ha ido convirtiendo en una especie de diario personal, el lugar donde comparto mis vivencias y pensamientos en voz alta, y esa tarde con el Sr. Ramon fue muy especial. y también porque quiero recordarlo y dejarme(nos) de tonterías y frases absurdas más a menudo del estilo lo hice mal, seguro que ya no quiere saber nada de mí; cómo voy a decirle algo si ha pasado tanto tiempo, etc, etc. y seguir más los impulsos de mi (nuestro) corazón.
feliz semana ***
pd. ayer compartí en el blog de Noe, un blog muy bonito de decoración y estilo, una recomendación de un libro, Wonderland. es un libro escrito por Cristina Camarena (a la que entrevisté la semana pasada) e ilustrado por Lady Desidia y, en mi opinión, es una maravilla. da un recorrido por la vida, por diferentes situaciones, emociones y estados que todos experimentamos alguna vez y lo hace de una forma amable, poniendo el acento en lo bonita que puede ser la vida sin negar sus sombras. si te apetece leer más en detalle de qué trata, puedes hacerlo en este enlace.
{fotografía de Sarah Kieffer, de Vanilla Bean Blog}
Ahhh!! y leí tu recomendación en el blog de Noe (que no la conocía) pero ya se lo pongo que gracias a ti la seguiré (muy de los que me gustan) y que casualidad en las recomendaciones de libros ...resulta que están mis preferidas Marina, Lara, Marta y tú Anna!!