me siento en un impasse. como si estuviera suspendida en el aire y no supiera en qué momento voy a caer. como cuando estás en una montaña rusa y el vagón en el que vas sube cada vez más despacio porque está a punto de llegar a la cima, pero tú no la ves y te da esa cosa en el estómago, esa mezcla de miedo y nervios porque sabes que de un momento a otro vendrá esa bajada repentina. sé que vienen cambios pero no sé cuándo y eso me inquieta, esa sensación de incertidumbre, de no control, nunca se me ha dado bien.
a la vez, y a pesar de mi temor hacia ellos, ahora los necesito. me siento en un final de ciclo, no sé de cuál, pero es como si una etapa se hubiera acabado y necesitara empezar otra. actúo por inercia y, si no fuera por ese runrún de fondo, sería tan cómodo! el ritmo propio del día a día y las tareas que nos imponemos o, por lo menos, que me impongo, llenan mis horas sin que tenga que esforzarme, al contrario, a menudo me escucho diciendo no he podido… no he tenido tiempo… si no hago un ejercicio consciente de «crear» tiempo, de hacer el espacio para pensar qué necesito y qué tengo que hacer para conseguirlo, los días se me escurren entre las manos mientras no puedo evitar escuchar ese murmullo de fondo que me dice que algo no está bien. me viene a la cabeza la imagen de un velero sin motor que navega por un mar apacible y un cielo sin viento: la inercia lo lleva por un tiempo pero, si no empieza a soplar viento, llegará un momento en el que no podrá seguir avanzando.
no he podido identificar qué necesito aún y creo que por eso espero que sucedan cosas fuera, así me ahorro la tarea de ser proactiva, de asumir responsabilidad. la paciencia no es mi mayor virtud y así me encuentro a menudo con ese malestar que se transforma en ansiedad, como esa desesperación que genera ver un bebé que llora y no sabes por qué.
ante esto vuelvo al presente y a las pequeñas cosas que me dan paz y sosiego. después de una semana cada uno por su lado, este fin de semana necesitaba más que nunca estar con rícard. en verano sus viajes por trabajo se intensifican y se alargan, y acuso su ausencia. salir a comprar un ramillete de flores secas el domingo por la mañana, hacer recados cuando empieza a caer la tarde, comernos un polo de frutas a las 9 de la noche o pasear en bicicleta por una casa de campo desierta debido al sol abrasador de Madrid han sido momentos muy preciados y disfrutados este fin de semana. creo que este es uno de los efectos más bonitos de las sombras: hacen que las luces brillen con más fuerza y, suerte la mía, mi vida está repleta de ellas.
escribir me ayuda a comprender(me), a escuchar(me) mejor, a aceptar(me). escribo porque lo necesito. aunque a veces las palabras salen desordenadas y sin ningún sentido aparente sé que, una vez las he soltado, cuando están sobre el papel, empiezan a cobrar sentido dentro de mí. y también sé que, hasta que no hago este ejercicio, hasta que no lo expreso, me quedo ahí enganchada, sin poder avanzar. ahora ya solo queda esperar.
pd. quizás debería volver a hacer esto & sobre las transiciones y los cambios
pd. quizás debería volver a hacer esto & sobre las transiciones y los cambios
Carpe Diem debería ser la filosofía a adoptar.