unas cuantas fotos y un pequeño video de los tres días pasados en esta zona agreste, a veces incluso hasta tosca, pero indudablemente bella del sur de Inglaterra con mi familia, Cornwall.
extrañamente, ver las fotos, seleccionarlas y editarlas, y montar el video me ayuda a volver aquí, a Estocolmo. tantas veces saltamos de una cosa a otra sin poder dedicarle un pensamiento siquiera a lo que acabamos de hacer o dejar porque el tiempo apremia, porque se acumulan las tareas, que tener este espacio donde poder compartirlo me ayuda a ordenar, a procesar lo vivido, a cerrarlo y a volver a situarme en mi presente. es un pequeño lujo.
nos encontramos los cinco para celebrar mi cumpleaños. en realidad, la fecha es la excusa para pasar unos días juntos en verano. me encanta ver cómo pasan los años y seguimos manteniendo esta tradición, a pesar de que a veces es difícil articular las vacaciones de todos y estamos repartidos en tres países.
de esos días juntos en Cornwall me quedo con las vastas extensiones verdes que se perdían en el horizonte; con el olor a tierra mojada; con el silencio y la paz que envolvían el cottage donde nos alojamos; con esos ratos conmigo misma mientras corría a primera hora de la mañana por caminos de grava, rodeada de azul y de verde; con los desayunos juntos en la mesa del jardín, hambrientos después del ejercicio; con la bonita sensación de estar viajando al pasado al ver todos esos pueblitos coquetos de piedra que en mi cabeza ya solamente existían en cuentos y películas; con las cenas de picoteo en la mesa comunal y las charlas que las acompañaban; con las horas de coche reviviendo mi adolescencia con la música que ponía mi hermano; con el cosquilleo en el cuerpo, después de subir la colina y llegar a la torre de Glastonbury, al sentir que estaba en un lugar sagrado; y, sobre todo, con esa sensación de cotidianidad, de que no ha pasado el tiempo desde la última vez que estuvimos juntos.
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