qué difícil se hace a ratos… me siento como montada en una montaña rusa, en constantes altibajos, con momentos en los que me ahogo y siento que soy una olla a presión a punto de estallar, y momentos en que siento que todo está bien, que me siento con más presencia que nunca.
me he dado cuenta en estos días de hasta qué punto es importante para mí mi espacio vital. en los últimos cinco años, la vida me ha llevado a pasar la mayor parte del día sola y, aunque a veces me pesa, me he acostumbrado al silencio de la casa, a organizarme a mi manera, a no rendir cuentas a nadie. mi espacio y mi silencio se han convertido en algo imprescindible para mí. intuyo que ya lo eran antes, pero mi realidad era otra y mi capacidad de escucharme, también.
con rícard trabajando en casa, haciendo varias videoconferencias cada día, me he sentido ahogada (todavía me siento así en muchos momentos). nuestro piso tiene una habitación así que yo me «he quedado» con el dormitorio, que es donde tengo el escritorio y el ordenador, y él con la cocina/salón/comedor. no fue hasta el domingo que tomé conciencia de que lo que me estaba agobiando, más que compartir el espacio con él, era mi lectura hacia ello. me había pasado la semana repitiéndome que era una privilegiada por estar en Estocolmo en lugar de en Barcelona, donde la situación no es tan grave ni las medidas, tan drásticas; que era una privilegiada por poder dedicarme durante el día a lo que tenía que hacer en lugar de hacer malabares entre el trabajo y el cuidado de los hijos, como muchas de mis amigas; que era una privilegiada por poder estar con rícard y no confinada en un piso sola durante quién sabe cuántos días; que era una privilegiada porque tanto los míos como yo nos encontramos bien de salud…, y todo esto es cierto, es cierto que tengo estos privilegios, pero no me estaba permitiendo sentir el malestar que tenía, no me estaba permitiendo sentir la frustración por, de repente, verme privada de algo que para mí es importante.
así que he empezado por aquí. he empezado por parar de repetirme que esto no es importante porque resulta que para mí lo es. y por dejar de comparar situaciones porque, lo que a mí me puede parecer una pesadilla, a otro le puede parecer una bendición, así que no puedo valorar qué es mejor y qué peor, cada uno tiene lo que tiene y lo vive a su manera, personal e intransferible. y por parar de enfadarme conmigo y de castigarme tanto por no llevarlo mejor. y reconocer que mi espacio, mi silencio y mi rutina son importantes para mí me permite sentirme frustrada y triste sin culpa por haberlos perdido temporalmente, y esto es un alivio. y a partir de aquí veo qué hago con ello, cómo puedo mejorar la situación, pero no puedo ayudarme si de entrada la niego.
el domingo en la meditación me venía una y otra vez la palabra autocompasión. ser compasiva conmigo me permite serlo con los demás; si empatizo con mi dolor y con mi dificultad, puedo empatizar con la del otro. porque lo cierto es que esta última semana me ha costado serlo. me ha costado entender la necesidad de muchas personas de estar mandando chistes, videos, memes y cadenas por whatsapp a todas horas; me ha costado entender la grandísima cantidad de ofertas, cursos, propuestas e instagrams en directo que han inundado las redes. pero la verdad es que todos estamos struggling con esta situación nueva y sobrevenida, que no hemos elegido; a todos nos hace trabajar de un modo u otro y todos estamos haciendo lo mejor que sabemos y podemos para llevarla.
si soy compasiva conmigo, con mis enfados, mis llantos, mis salidas de tono y mi sensación de ahogo, puedo serlo con los demás, con su manera de gestionar la situación. esto rebaja mi tensión interna y, también (quiero pensar), la tensión general; contribuye a crear un clima de más amor y comprensión. creo que se trata de atender mis necesidades de la mejor manera que la situación lo permite, sin juzgarme, y dejar que los demás hagan lo mismo, también sin juzgarlos.
creo que esta situación está haciendo aflorar miedos y dificultades en todos. para algunos es llevar la soledad del confinamiento; para otros, el convivir con toda la familia 24h diarias y carecer de un tiempo y un espacio para uno mismo; para otros, tener que trabajar por encima de las posibilidades muchos más días de los debidos; gestionar la incertidumbre de la situación; controlar el miedo de lo que pasará con el propio negocio; no saber si voy a perder el trabajo; cómo afectará esta situación a mi economía familiar… se me ocurría que esto es como una especie de obra de teatro para cada uno en la que toca que nos enfrentemos a los propios fantasmas, y el resto (el virus, las medidas que se toman, los políticos, el cómo lo vive la demás gente…) es pura escenografía, pura decoración. y, cuando lo entiendo así, lo vivo como una grandísima oportunidad para enfrentarme a mis nudos, para verlos uno a uno y, día a día y poco a poco, ir encontrando la manera de atenderlos, de escucharlos y de trascenderlos. y mis miedos y mis nudos personales tienen que ver con soltar el control, con entregarme a la incertidumbre y confiar en la vida, y con enfrentarme a un vacío interno que me resisto a mirar, ocultándolo con excusas y quehaceres superficiales. y creo que es importante que la escenografía no me distraiga de esto, de ver lo necesario para mí.
y agradezco, a la vez que me enfada por el dolor que me genera, que ahora se me muestre con tanta fuerza porque esto es lo que me permite actuar, lo que me hace reaccionar. si no fuera tan claro, si la situación no estuviera gritando, lo ignoraría como tantas veces antes.
así que me repito que lo estoy haciendo bien, tan bien como sé, y me felicito por ello. y, en los momentos que puedo, dejo la lucha y la resistencia a un lado y siento crecer el amor dentro hasta que puedo proyectarlo fuera también. porque creo que esto es lo que necesitamos ahora todos: más comprensión, más compasión, más amor, más luz. y, en los momentos que no puedo, me digo que no pasa nada, que mañana lo volveré a intentar.
pensamientos y observaciones desordenadas de estos días…
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