hace días que me siento descolocada y, a menudo, sobrepasada. y escribir me ayuda, una vez más, a ordenar el caos que hay en mi cabeza y a liberarme del peso de las emociones más angustiantes. escribo a modo de autoreflexión, de diario, casi, no para señalar dónde está el problema, ni para indicar a nadie cómo vivir esta situación; ojalá tuviera las respuestas. y quizás estos días lo haga más a menudo, no lo sé, porque veo el bien que me hace y, a la vez, la dificultad que tengo para articular frases completas y coherentes.
leo las noticias y veo el telediario; recibo una cantidad ingente de mensajes de grupos de whatsapp con vídeos, chistes, memes y todo tipo de propuestas; percibo el miedo generalizado, la incertidumbre, la preocupación, la angustia, la resistencia a conectar con uno mismo… y me encantaría poder aportar un poco de luz, de serenidad, pero no puedo hacerlo porque yo misma no sé cómo lidiar con esto en muchos momentos y porque la situación en Suecia no es tan restrictiva por ahora como la de España, con lo que mi realidad es diferente.
si cierro los ojos y pienso en situaciones pasadas en las que me he sentido desbordada, desbordada por el miedo y por la incertidumbre (cuando he enfermado gravemente, cuando mudé de ciudad y, más adelante, de país), qué es lo que siento que siempre me salva, lo que me ayuda a salir de ahí? la presencia. presencia, estar en el presente, no adelantarme, no entrar en la rueda de los miedos e interrogantes que ahora no tienen respuesta; ir día a día, momento a momento, mejor dicho. cuando hay presencia no hay miedo porque todos los sentidos están ocupados en lo que tengo entre manos.
las noticias, los videos, los tuits…, mi sensación es que todo esto hace que la bola sea cada vez mayor, que alimentemos más la angustia y el miedo, aunque el objetivo inicial sea justamente el contrario.
pienso en estar todo el día encerrada en casa por decreto, y con hijos, y me parece tan retador! yo misma necesitaba salir un rato el viernes o el lunes y en casa solo estábamos rícard y yo. por esto creo que la presencia se hace imprescindible ahora mismo, porque me permite darme cuenta de cuándo necesito una pausa, de cuándo estoy a punto de explotar; me permite darme cuenta de cuándo mis hijos necesitan parar o un cambio de actividad. sin que me parezca fácil de conseguir, creo que la presencia es clave en estos momentos.
creo que el coronavirus está mostrando lo que ya sabemos, pero que vivimos tratando de ignorar: que en realidad no controlamos nada. y nos lo está mostrando a gran escala e indiscriminadamente, a todos por igual, porque nadie sabe qué hacer, vamos sobre la marcha, improvisando, nuestros gobiernos incluidos, y esto nos hace sentir más miedo porque no hay nadie que lleve el timón de este barco, no hay un papá y una mamá en los que refugiarse, la incertidumbre y la inseguridad, la vulnerabilidad, se hacen más evidentes que nunca. no hay nada a lo que cogerse a excepción de dos cosas: uno mismo y el ahora.
yo estoy aquí, mi cuerpo es real, mis sensaciones y emociones son reales… agarrarme a ello es agarrarme a algo sólido. y si me observo y me siento sobrepasada puedo actuar sobre ello; puedo llorar, puedo soltar un grito, puedo encerrarme unos minutos en una habitación, puedo darme una ducha, meditar, bailar, dar unos saltos… no puedo actuar sobre si tendré que mantener mi empresa cerrada uno o dos meses o más, sobre si mis hijos podrán ir a la escuela en quince días, sobre si podré hacer ese viaje que tenía previsto… esto es jugar con el futuro y el futuro no me pertenece (ni ahora, ni nunca). lo que sí tengo es el ahora, lo que está pasando en este momento y cómo me estoy sintiendo respecto a ello. y poder actuar, poder hacer algo con la situación, nos da seguridad porque volvemos a sentir el control, por lo menos sobre una parte.
volver al presente y al cuerpo una y otra vez se hace más importante que nunca en estos momentos para mí. y más importante es aún para los que tienen personas a cargo, niños o mayores, que pueden entender menos y que, por tanto, necesitan todavía más sentir la seguridad. si yo estoy en mí, arraigada, y me siento segura, puedo ofrecer esta seguridad y calma a mi entorno y así, poco a poco, revertimos este oleaje de miedo y de incertidumbre que estamos creando por otro de paz y sosiego, que es lo que necesitamos todos ahora. y, quién sabe, quizás entrando más en contacto con nosotros mismo descubrimos algo nuevo y bonito…
Laura, mi maestra de reiki, nos propuso hace unos días conectarnos a diario con nuestro canal para mandar luz y energía de sanación a la situación, y esto hago desde el sábado. mi madre se unió a una meditación de 700 personas el pasado domingo que tenía el mismo propósito. Clara, con la que compartí taller hace unos días en Tarragona, también me ha dicho que ella y su grupo de meditación se conectan cada día media hora para hacer lo mismo. estos gestos me emocionan y me reconfortan, y creo que unirme a ellos es lo que puedo aportar ahora mismo: centrarme en sentirme arraigada y serena para, así, poder ofrecer esta serenidad a quien lo necesite; conectar con la luz y el amor internos para poder proyectarlos fuera. presencia.
algunas herramientas que me son útiles cuando necesito entrar en contacto conmigo misma y estar presente son estas:
- estar en una habitación tranquila, cerrar los ojos, poner la atención en la respiración mientras hago tres o cuatro respiraciones profundas y, manteniendo una respiración pausada, ir repasando todas las partes del cuerpo (visualizándolas), empezando por la punta de los dedos de los pies hasta llegar a la coronilla. así: dedos de los pies derecho, relax; planta del pie derecho, relax; empeine del pie derecho, relax; tobillo derecho, relax; gemelo derecho, relax… esto me ayuda a conectar con el cuerpo y a salir de la mente, y no se necesitan más de 5-10minutos
- estar en una habitación tranquila, cerrar los ojos, poner la atención en la respiración mientras hago tres o cuatro respiraciones profundas e internamente preguntarme «cómo me siento?» o «cómo estoy?» y ver lo que sale (las sensaciones corporales, las emociones, quizás alguna reacción física…) sin juzgarlo, solo observándolo
- las páginas matutinas. por las mañanas, cuando no he empezado aún con la actividad del día, me siento en el escritorio y escribo tres hojas a mano con lo primero que me viene a la cabeza. no se trata de pensar nada, ni de analizar, ni de juzgar; se trata simplemente de vaciar la mente. lo que he descubierto yo después de hacerlo a diario durante un mes y medio es que, una vez suelto el «ruido» de la mente (cosas que tengo que hacer, cosas que no quiero olvidar, pequeñeces que me han molestado, etc., que a veces ocupan un párrafo y, a veces, dos páginas enteras) empiezan a salir las cosas «grandes», lo que me preocupa de verdad, lo que hay detrás de esas pequeñeces. las páginas me están ayudando mucho a tomar conciencia de cosas que, con la ocupación diaria, no puedo ver
- meditar. cinco minutos o una hora, guiada o por mi cuenta, en silencio o con música de fondo… en la modalidad que más le funcione a cada uno, la meditación es una fuente de anclaje y de conexión conmigo misma súper importante para mí (los dos primeros puntos, de hecho, para mí ya forman parte de la meditación)
- una clase de yoga porque me lleva al cuerpo, a la sensación corporal
pd. algunos posts en instagram que me han dado sosiego estos días: este de Yoli, este de Èlia (y su carpeta de destacados en stories «cuaderno de observación») y este de Taller Silvestre
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