«me senté en el sofá. no sabía qué hacer. por la mañana había acabado un artículo que tenía que presentar al día siguiente y había contestado unos correos desganada. una presión en el pecho me encogía los hombros; como una mancha oscura, se extendía lentamente en mi interior por mis brazos, mi torso y mis piernas, subiendo por la tráquea, la garganta y alcanzando mi cabeza, nublándola por completo.
era el peso de la tristeza sumado al de la insignificancia y la frustración. desde que había llegado a esa ciudad y los cimientos que me sostenían hasta entonces habían desaparecido, me sentía navegando por un mar de oscuridad y de desazón. no entendía por qué mis objetivos profesionales y vitales parecían haberse quedado en Madrid, junto con mi yoga de los lunes, mi natación, mis rutinas y mis amigos. ¿por qué lo que allí parecía tan firme, tan cierto, aquí tenía la consistencia de un papel de fumar?
cuando miré el reloj, después de fregar los cuatro platos que había ensuciado al mediodía, y me di cuenta de que no eran más de las 15h, me dejé caer en el sofá. todavía faltaban 3horas largas para que llegara rícard. permanecí inmóvil unos minutos, con la mirada perdida al vacío. y de repente reaccioné: << Las pinturas>>, pensé.
me levanté con ímpetu. me dirigí al armario del dormitorio y rebusqué entre las estanterías hasta encontrar la caja que buscaba. en su interior, pulcramente ordenado, había un cuaderno, 2 pinceles de distinto grosor, 5 acuarelas y una cerámica en forma de flor para mezclar colores.
volví al salón-cocina-comedor de nuestro diminuto apartamento y busqué las hueveras que encontramos cuando nos mudamos y que había metido en algún cajón, convencida de que no las íbamos a utilizar nunca. <<¡aquí están!>>. con una sonrisa de satisfacción, cogí 3 y las llené de agua. puse todo el material en la mesita del salón, enfrente del sofá, y me senté de nuevo, esta vez erguida y con una energía que no había dónde encontrar 10minutos antes.
no tenía muy claro qué estaba haciendo, pero necesitaba sacarme como fuera ese peso que me ahogaba. miré los colores esparcidos en la mesa: negro, un azul muy oscuro, amarillo mostaza, un rojo teja tirando a granate, y blanco.
cogí el pincel más grueso y lo bañé generosamente en el agua. seguidamente, lo mojé en la pintura negra hasta que estuvo bien empapado y, siguiendo el impulso de mis manos, lo alcé a un palmo de distancia del cuaderno y empecé a sacudirlo levemente. las primeras gotas, gruesas por la cantidad de agua que retenía el pincel, se desprendieron y cayeron con aplomo en la hoja. por cada gota que tocaba el papel, se desvanecían unos gramos de aquel peso que me oprimía. impulsada por ese alivio, seguí dando toquecitos con la mano izquierda al pincel que sostenía la mano derecha, primero con cierta cautela y cada vez con más energía y libertad.
gotas de diferentes tamaños salían proyectadas en todas direcciones. mierda, la mesa se había manchado un poco. bueno, en realidad, ¿qué más daba? cambié de color. cogí el rojo y vi como algunas gotas se mezclaban y creaban una nueva tonalidad. cuanta más pintura había en el papel, más ligera me sentía yo. repetí el ejercicio varias veces, de pie y sacudiendo con fuerza el pincel, salpicando la mesa, el móvil, mi camiseta y pantalón, mi cara, mi pelo. un sollozo salió de mi garganta. y luego otro. las lágrimas resbalaban por mis mejillas y, aunque no entendía por qué lloraba, sabía que eran lágrimas de alivio.
cogí por último el amarillo mostaza y, liberada ya de todo el peso que me asfixiaba hacía solo unos minutos, me senté de nuevo en el sofá. sosegada, di los últimos toquecitos con el pincel, esta vez leves y dulces. las gotitas amarillas iluminaban el cuadro y mi interior como pequeños puntos de luz, o así lo sentía yo.
sin lágrimas ya en mis ojos, me di cuenta de que todo es pasajero, incluso las noches de tempestad que parecen no tener fin. y que se trata simplemente de dejar que pase, sin juicios ni restricciones, porque lo cierto es que siempre pasa.»
pd. este texto lo he redactado para un curso de escritura que estoy haciendo en la escuela del Ateneu Barcelonés. el relato es verídico aunque he incidido en algunos momentos concretos para poder utilizar más recursos literarios y hacerlo más interesante. había escrito una versión un poco más light del relato para compartirla aquí pero al final he pensado “por qué no?” y he compartido la original.
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