un domingo cualquiera nos despertaríamos a las 9h pero no saldríamos de la cama hasta las 9.45h; tú te vendrías a mi lado o yo al tuyo y nos acurrucaríamos alargando esos minutos antes de levantarnos con la luz del día entrando ya por la puerta y la ventana de la habitación.
de la cama pasarías al sofá, a mirar en el ipad el resumen de los partidos de la NBA mientras yo pondría el agua a hervir para preparar un té. desayunaríamos en la mesa del sofá hablando de lo que podríamos hacer ese día; yo mis tostadas, kiwi y alguna galleta, y tú, tu bocadillo y tus galletas mojadas en la leche. yo entonces me levantaría para hacer la cama mientras tú recoges y pones la lavadora.
nos vestiríamos y cogeríamos el coche. yo iría distraída mirando por la ventana, con mi verborrea habitual, soltando ideas inconexas y pensamientos mientras tú intentarías seguir mi conversación, principalmente en silencio, pero diciendo algo aquí y allá.
al salir del coche te atarías los botines, te pondrías los cascos y me besarías antes de empezar a correr. yo te vería desaparecer a lo lejos mientras empiezo a caminar, subiendo la cremallera de tu sudadera porque hace más frío del que pensaba. pasearía por ese camino de tierra admirando esta fantástica ciudad, mientras a mi paso se irían cruzando ciclistas, corredores y otros paseadores que, como yo, en familia o en solitario, habrían decidido subir hasta allí para disfrutar del sol y de las vistas. a medida que avanzase mis pensamientos se irían liberando, desapareciendo aquellas preocupaciones absurdas que solemos crearnos para dejar paso a una mente más clara, a una sensación de bienestar y serenidad interna.
al volver me sentaría en una de las mesas metálicas de la terraza del único bar y esperaría a que regresaras leyendo mi última adquisición mientras el sol tenue de invierno acariciase mi cara. llegarías agotado por el esfuerzo pero con la cara resplandeciente de satisfacción por la hazaña lograda y volveríamos a casa, esta vez conduciendo yo, compartiendo las sensaciones del recorrido.
de vuelta a casa nos ducharíamos y esperaríamos que la comida estuviera lista con unas patatas fritas bañadas en salsa espinaler y unos berberechos. después de comer caeríamos rendidos en una siesta divina de casi una hora en el sofá, con la tele de fondo hablando bajito. al despertarnos todavía haríamos el remolón un rato más y finalmente nos levantaríamos con la motivación de merendar algo con chocolate. luego nos sentaríamos a trabajar un ratito, tú con tu proyecto y yo con el mío, interrumpiéndonos de vez en cuando para consultarnos e intercambiar opiniones. a las 20.30h daríamos por finalizada la sesión y mientras uno doblase la ropa tendida, el otro pondría la pizza al horno porque ya se sabe que los domingos por la noche son duros y una pizza hace que pasen mejor. y con la pizza calentita y crujiente nos sentaríamos en el sofá para ver el último capítulo de Suits.
y cuando ya estuviéramos en la cama, tú con tu libro y yo con mis pensamientos, mirando al techo, sonreiría y pensaría cuánto me gustan estos domingos contigo y te quitaría la revista de las manos para que me hicieras un poco de caso y tú te quejarías medio riendo, sabiendo de antemano que es una batalla perdida.
Sigues con los desayunos...jajajaja...mola
Un abrazo!
Mi enhorabuena. :)
M'ha encantat!! Me gusta tu cotideanidad envuelta en tus palabras bonitas y tus fotos...ahora además vídeo!!! Y Jack Johnson. Ideal.
Un petó!
Laura