nuestras vacaciones de verano (la primera parte) han sabido a mar, a desconexión, a relajación, a reconectar, a descanso, a saborear pequeños placeres simples que solemos pasar por alto en nuestras ajetreadas agendas, a disfrutar mucho en familia…
como cada año, hicimos una escapada familiar y el destino elegido para este verano fue la costa de Turquía, en gulet (una embarcación típica turca, parecida a un velero), durante 7 días. a pesar de mis reservas iniciales acerca del viaje (no soy muy fan de bañarme en aguas profundas y no tenía claro que meternos los 4, 7 días, en una embarcación de 20m no acabara con los nervios de alguno de nosotros), creo que no pudo ir mejor; cada año disfruto y siempre lo paso bien, pero este ha sido especialmente bonito. no sé, quizás ha sido el hecho de poder desconectar de todo; de aislarte de multitudes, colas, agobios….; de quedarte realmente con lo básico; o quizás ha sido el poder del mar pero, sea como sea, han sido unas vacaciones muy especiales.
despertábamos con los primeros rayos de sol puesto que dormíamos en cubierta. a las 7.30h ya estábamos a punto para el primer baño del día, que nos dejaba frescos y energizados para un desayuno perfecto: pan, queso y embutidos, fruta fresca, tomates y aceitunas. mientras el capi del gulet ponía rumbo hacia algún rincón precioso, nosotros leíamos, tomábamos el sol o simplemente contemplábamos el mar mientras navegábamos. al echar el ancla, volvíamos al agua dispuestos a nadar, bucear e «investigar» entre las rocas (esto, mi hermano y Rícard, que son los valientes de la familia). así pasábamos la mañana hasta la hora de comer, cuando nos sentábamos a disfrutar las exquisiteces que había preparado el chef: hoummus, ensaladas, verduritas asadas con salsa, arroz… cualquier cosa que probábamos implicaba unos cuantos ¡¡mmm…!! ¡¡oooh…!! por nuestra parte; y, después de comer, mientras el capi nos dirigía a algún otro enclave tranquilo y digno de admiración, nos tirábamos en el sofá a leer hasta que, irremediablemente, nos quedábamos dormidos por una mezcla del vaivén del propio barco, el sonido de las olas y el sol acariciándonos dulcemente. por la tarde, repetíamos plan: saltar en bomba, nadar y explorar hasta la puesta de sol, cuando nos poníamos en la cubierta y contemplábamos el espectáculo de colores enfrente nuestro con una copa de vino blanco en la mano; a las 20.30h volvíamos a estar sentados en la mesa, dispuestos a disfrutar de los auténticos sabores del mar. al acabar, de nuevo en la proa del barco para tumbarnos y admirar los cielos más estrellados que hemos visto nunca, mientras jugábamos a ver estrellas fugaces y a pedir deseos con la misma ilusión de un niño. a las 23h de la noche caíamos rendidos en la «cama» de pura felicidad. y con la nueva salida del sol, vuelta a empezar…
que disfrutes del fin de semana ***
pd. si te interesara hacer un viaje de este tipo, nosotros alquilamos el gulet con esta empresa que nos recomendaron unos amigos; ellos se encargan de todo y la verdad es que hemos quedado muy contentos con el resultado!
Besos!
Buen finde
Sólo con la manera de describirlo y con tus fotos, me has dado una paz!! Debe ser una experiencia increíble!!
Me guardo la recomendación; )
Un abrazo, guapa!
Pero tiene que ser un viaje estupendo y relajado. Lástima que no sea un viaje indicado para ir con pequeñajos.
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