Tuve el placer de hacer un reportaje fotográfico y una entrevista a Cecilia Mallardi (Calma Chechu) para la revista núm. 10 de Kireei, una publicación con la que comparto valores y visión del mundo. La entrevista, de la que derivó el artículo que sigue, era a Cecilia, una emprendedora y creativa inquieta que ha creado una marca de muebles artesanal, colorida y singular. Adentrarme en el mundo de Cecilia, Chechu, por unas horas fue una delicia.
Cecilia, Chechu, se convirtió en diseñadora de muebles por caprichos del azar. Estudió arte dramaturgo y trabajó muchos años en el teatro; su lugar está entre bambalinas, lo tiene claro. Es donde es más ella, donde está más en contacto consigo misma.
Ella, Ale (su marido) y sus hijas (la segunda, apenas recién nacida) vivían en una bonita casa, muy bohemia y llena de plantas en Argentina, cuando decidieron venir a España. Rondaba el año 2002 y hacía tiempo que la familia tenía ganas de un cambio, de empezar una nueva aventura. El corralito que se vivió en su país les dio el empuje definitivo para vender sus pertenencias y trasladarse a Marbella. Cecilia siempre había tenido inclinación por la decoración, por los muebles recuperados y la artesanía. Fue en Marbella, al empezar a trabajar con un importador de muebles, cuando descubrió su gran potencial comercial y se dio cuenta de lo mucho que disfrutaba vendiéndolos, yendo a mercadillos y estando en contacto con la gente. Allí conectó, por primera vez también, con su espíritu emprendedor. Aunque en ese momento no lo sabía, Marbella, con todo lo que supuso, fue una experiencia imprescindible para la creación posterior de Calma Chechu.
Decidida a dedicarse al sector de la decoración desde la importación de muebles, se trasladaron a Madrid 4 años más tarde, a una casa con mucho encanto pero demasiado pequeña para los 4. Fue una etapa llena de viajes a Indonesia, sobre todo a Bali, de mercadillos y ferias, de conocer a mucha gente, de horas de trabajo infinitas y de aprendizajes duros aunque muy valiosos. El proyecto que la llevó a Madrid fracasó pero, gracias a eso, como en un engranaje perfecto, las piezas se fueron encajando y, de la forma más sencilla y natural, nació Calma Chechu. Con algunas de los mesas y sillas traídas de Indonesia en stock (las más destartaladas), comenzó a trabajar con un cerrajero (la séptima generación de una familia de herreros) para que las arreglara. El resultado gustó porque se vendieron en seguida y había cada vez más demanda. Cuando se acabó el stock, empezó a diseñar ella misma el mobiliario y a rodearse de artesanos españoles, apasionados de su oficio, que la ayudaran a convertir sus ideas y dibujos en una realidad. Había nacido Calma Chechu.
Al poco tiempo incorporó el color, que ya es parte de su seña de identidad. Quizás fue, de forma inconsciente, un pequeño homenaje a sus raíces porteñas y a Bali, una isla donde el color está siempre presente: en las ofrendas florales a los dioses, en la calle, en los vestidos de las mujeres…, en todos lados, en realidad. Desde entonces, Calma Chechu no ha parado de crecer, de forma constante y orgánica, incorporando tejido a algunos de sus productos y con una línea de complementos cada vez más amplia.
Su casa es un fiel reflejo de ella misma y de su proyecto: las 3 se funden en una. Para Cecilia, lo más importante de una casa es que sea honesta, un retrato leal de las personas que la habitan. Da igual si es clásica, moderna, nórdica, lujosa, bohemia o nada de lo anterior, tiene que ser personal porque es esa autenticidad la que hace que uno se sienta cómodo, que quiera quedarse en ella.
La escucho decir esto y no puedo evitar sonreír, no podría haber dicho otra cosa. Ella es pura honestidad y transparencia, no hay truco. Lo que ves es lo que hay. En una sociedad que se empeña en hacernos creer que en la perfección se encuentra la felicidad y que, potenciado en gran parte por el uso que hacemos de las redes sociales, nos muestra únicamente esa cara más bonita de la realidad, resulta muy refrescante encontrar a alguien tan honesto como ella.
Su proyecto también es así, es ella al 100%, y creo que ahí reside gran parte de su éxito. La gente percibe la autenticidad y le gusta; es casi una rareza, más en una ciudad en que se valora guardar las apariencias.
Cuando descubrieron esta casa, hace casi 5 años, se enamoraron de inmediato de la luz natural que tenía, de su amplitud y de las vistas al precioso patio interior. Están en el centro de Madrid, en Malasaña, y, aunque muchas veces sienten el gusanillo de vivir rodeados de naturaleza y alejados del ajetreo constante de la ciudad, saben que su lugar es este, entre la gente, el ritmo trepidante y la oferta cultural inacabable que ofrece la capital. Y lo cierto es que Malasaña es un lugar muy bonito para vivir: ves personas de todas las procedencias, los comercios son cada vez más locales, hay mucho proyecto emprendedor y pasear por sus calles es una fuente de inspiración constante.
Como en Calma Chechu, el color es un elemento importante de la casa. Está presente en paredes, tejidos, sillas y complementos, pero no cansa ni agobia, es como una suave melodía que acompaña de fondo, arropando y aportando calidez. Las raíces argentinas de la familia se dejan ver en el estilo bohemio y relajado de la casa. El mobiliario de Calma Chechu convive armónicamente con piezas antiguas y recuperadas, con algún que otro mueble comprado en grandes superficies y con pequeños tesoros traídos de Bali, como su dormitorio, al que le tiene especial cariño justamente por eso, porque la traslada de inmediato a esa isla de ensueño que tantas veces la ha acogido.
Las plantas son una de sus debilidades, están por todos los rincones diluyendo las fronteras entre fuera y dentro. Uno de sus mayores placeres es ir una por una por las mañanas, comprobando su humedad y regándolas amorosamente. Uno tiene la sensación de estar en una casa abierta en un entorno rural y no en un piso en pleno centro de Madrid.
El punto más glamuroso (quizás la impronta de los años vividos en la capital?) lo aporta el terciopelo, que le encanta porque, a su criterio, aumenta el nivel de sofisticación de cualquier producto. La suma de todo resulta en una casa ecléctica, cálida, desenfadada y llena de personalidad en la que apetece estar. Y lo que me parece más entrañable y especial? Una botella de perfume en la mesita de noche al lado de un libro a medio leer, unas zapatillas de ballet desgastadas por el uso apoyadas en una estantería, una fotografía de hace muchos años enmarcada y apoyada encima de unos libros, frases escritas y pegadas con una chincheta encima del escritorio, una felicitación, coral recogido en una playa lejana, el mate a medio beber en la mesa… Esos pequeños detalles que tanto hablan de nosotros, de cada uno, lo que al final, en esencia, hace que cada casa sea única e inimitable. Miro el reloj y han pasado más de 2 horas y media desde que he llegado. La escucho con atención y emoción, asintiendo enérgicamente muchas veces con la cabeza al verme reconocida en sus palabras. Sin darnos cuenta nos hemos ido comiendo todos los dulces que Ale había comprado para nosotras y creo que voy por mi tercera taza de té. Siento que podría quedarme toda la mañana escuchándola. Cecilia tiene una especie de magnetismo, hay algo en ella que te atrapa. Ha vivido mucho y ha aprendido de cada experiencia. No esconde sus heridas y tampoco se regodea en ellas, se conoce bien, sabe cuáles son sus limitaciones y sus puntos fuertes. Es franca, abierta, honesta y auténtica. Antes de irme no puedo evitar hacerle unas preguntas personales, unas preguntas que, como los detalles más simples, hablan de nosotros, me ayudan a conocer más a esta mujer enérgica y decidida:
- Cuando quieres desconectar de todo, haces… teatro
- Si no estás en casa ni en el showroom, te encontraremos… paseando por la calle
- Tu momento favorito del día: cuando me despierto y, estando todavía en la cama, Ale me trae el mate
- Qué te inspira: el teatro. El teatro me ayuda a estar en contacto conmigo, a conocerme, y esto me ayuda mucho a desarrollar mis muebles. También me ayuda a comprender al otro, a ponerme en su lugar. Además del teatro, Bali es muy inspiradora: los perfumes, las flores, la gente… yo voy allá y se me llena la cabeza de ideas
- Un aprendizaje que te haya dado Calma Chechu: que todo tiene solución, no hay nada tan grave
- Lo que más me gusta de mi casa es… El campo de fuga, miras y parece que no tiene fin (y el patio interior)
Ella, Ale (su marido) y sus hijas (la segunda, apenas recién nacida) vivían en una bonita casa, muy bohemia y llena de plantas en Argentina, cuando decidieron venir a España. Rondaba el año 2002 y hacía tiempo que la familia tenía ganas de un cambio, de empezar una nueva aventura. El corralito que se vivió en su país les dio el empuje definitivo para vender sus pertenencias y trasladarse a Marbella. Cecilia siempre había tenido inclinación por la decoración, por los muebles recuperados y la artesanía. Fue en Marbella, al empezar a trabajar con un importador de muebles, cuando descubrió su gran potencial comercial y se dio cuenta de lo mucho que disfrutaba vendiéndolos, yendo a mercadillos y estando en contacto con la gente. Allí conectó, por primera vez también, con su espíritu emprendedor. Aunque en ese momento no lo sabía, Marbella, con todo lo que supuso, fue una experiencia imprescindible para la creación posterior de Calma Chechu.
Decidida a dedicarse al sector de la decoración desde la importación de muebles, se trasladaron a Madrid 4 años más tarde, a una casa con mucho encanto pero demasiado pequeña para los 4. Fue una etapa llena de viajes a Indonesia, sobre todo a Bali, de mercadillos y ferias, de conocer a mucha gente, de horas de trabajo infinitas y de aprendizajes duros aunque muy valiosos. El proyecto que la llevó a Madrid fracasó pero, gracias a eso, como en un engranaje perfecto, las piezas se fueron encajando y, de la forma más sencilla y natural, nació Calma Chechu. Con algunas de los mesas y sillas traídas de Indonesia en stock (las más destartaladas), comenzó a trabajar con un cerrajero (la séptima generación de una familia de herreros) para que las arreglara. El resultado gustó porque se vendieron en seguida y había cada vez más demanda. Cuando se acabó el stock, empezó a diseñar ella misma el mobiliario y a rodearse de artesanos españoles, apasionados de su oficio, que la ayudaran a convertir sus ideas y dibujos en una realidad. Había nacido Calma Chechu.
Al poco tiempo incorporó el color, que ya es parte de su seña de identidad. Quizás fue, de forma inconsciente, un pequeño homenaje a sus raíces porteñas y a Bali, una isla donde el color está siempre presente: en las ofrendas florales a los dioses, en la calle, en los vestidos de las mujeres…, en todos lados, en realidad. Desde entonces, Calma Chechu no ha parado de crecer, de forma constante y orgánica, incorporando tejido a algunos de sus productos y con una línea de complementos cada vez más amplia.
Su casa es un fiel reflejo de ella misma y de su proyecto: las 3 se funden en una. Para Cecilia, lo más importante de una casa es que sea honesta, un retrato leal de las personas que la habitan. Da igual si es clásica, moderna, nórdica, lujosa, bohemia o nada de lo anterior, tiene que ser personal porque es esa autenticidad la que hace que uno se sienta cómodo, que quiera quedarse en ella.
La escucho decir esto y no puedo evitar sonreír, no podría haber dicho otra cosa. Ella es pura honestidad y transparencia, no hay truco. Lo que ves es lo que hay. En una sociedad que se empeña en hacernos creer que en la perfección se encuentra la felicidad y que, potenciado en gran parte por el uso que hacemos de las redes sociales, nos muestra únicamente esa cara más bonita de la realidad, resulta muy refrescante encontrar a alguien tan honesto como ella.
Su proyecto también es así, es ella al 100%, y creo que ahí reside gran parte de su éxito. La gente percibe la autenticidad y le gusta; es casi una rareza, más en una ciudad en que se valora guardar las apariencias.
Cuando descubrieron esta casa, hace casi 5 años, se enamoraron de inmediato de la luz natural que tenía, de su amplitud y de las vistas al precioso patio interior. Están en el centro de Madrid, en Malasaña, y, aunque muchas veces sienten el gusanillo de vivir rodeados de naturaleza y alejados del ajetreo constante de la ciudad, saben que su lugar es este, entre la gente, el ritmo trepidante y la oferta cultural inacabable que ofrece la capital. Y lo cierto es que Malasaña es un lugar muy bonito para vivir: ves personas de todas las procedencias, los comercios son cada vez más locales, hay mucho proyecto emprendedor y pasear por sus calles es una fuente de inspiración constante.
Como en Calma Chechu, el color es un elemento importante de la casa. Está presente en paredes, tejidos, sillas y complementos, pero no cansa ni agobia, es como una suave melodía que acompaña de fondo, arropando y aportando calidez. Las raíces argentinas de la familia se dejan ver en el estilo bohemio y relajado de la casa. El mobiliario de Calma Chechu convive armónicamente con piezas antiguas y recuperadas, con algún que otro mueble comprado en grandes superficies y con pequeños tesoros traídos de Bali, como su dormitorio, al que le tiene especial cariño justamente por eso, porque la traslada de inmediato a esa isla de ensueño que tantas veces la ha acogido.
Las plantas son una de sus debilidades, están por todos los rincones diluyendo las fronteras entre fuera y dentro. Uno de sus mayores placeres es ir una por una por las mañanas, comprobando su humedad y regándolas amorosamente. Uno tiene la sensación de estar en una casa abierta en un entorno rural y no en un piso en pleno centro de Madrid.
El punto más glamuroso (quizás la impronta de los años vividos en la capital?) lo aporta el terciopelo, que le encanta porque, a su criterio, aumenta el nivel de sofisticación de cualquier producto. La suma de todo resulta en una casa ecléctica, cálida, desenfadada y llena de personalidad en la que apetece estar. Y lo que me parece más entrañable y especial? Una botella de perfume en la mesita de noche al lado de un libro a medio leer, unas zapatillas de ballet desgastadas por el uso apoyadas en una estantería, una fotografía de hace muchos años enmarcada y apoyada encima de unos libros, frases escritas y pegadas con una chincheta encima del escritorio, una felicitación, coral recogido en una playa lejana, el mate a medio beber en la mesa… Esos pequeños detalles que tanto hablan de nosotros, de cada uno, lo que al final, en esencia, hace que cada casa sea única e inimitable. Miro el reloj y han pasado más de 2 horas y media desde que he llegado. La escucho con atención y emoción, asintiendo enérgicamente muchas veces con la cabeza al verme reconocida en sus palabras. Sin darnos cuenta nos hemos ido comiendo todos los dulces que Ale había comprado para nosotras y creo que voy por mi tercera taza de té. Siento que podría quedarme toda la mañana escuchándola. Cecilia tiene una especie de magnetismo, hay algo en ella que te atrapa. Ha vivido mucho y ha aprendido de cada experiencia. No esconde sus heridas y tampoco se regodea en ellas, se conoce bien, sabe cuáles son sus limitaciones y sus puntos fuertes. Es franca, abierta, honesta y auténtica. Antes de irme no puedo evitar hacerle unas preguntas personales, unas preguntas que, como los detalles más simples, hablan de nosotros, me ayudan a conocer más a esta mujer enérgica y decidida:
- Cuando quieres desconectar de todo, haces… teatro
- Si no estás en casa ni en el showroom, te encontraremos… paseando por la calle
- Tu momento favorito del día: cuando me despierto y, estando todavía en la cama, Ale me trae el mate
- Qué te inspira: el teatro. El teatro me ayuda a estar en contacto conmigo, a conocerme, y esto me ayuda mucho a desarrollar mis muebles. También me ayuda a comprender al otro, a ponerme en su lugar. Además del teatro, Bali es muy inspiradora: los perfumes, las flores, la gente… yo voy allá y se me llena la cabeza de ideas
- Un aprendizaje que te haya dado Calma Chechu: que todo tiene solución, no hay nada tan grave
- Lo que más me gusta de mi casa es… El campo de fuga, miras y parece que no tiene fin (y el patio interior)
Kireei
Tuve el placer de hacer un reportaje fotográfico y una entrevista a Cecilia Mallardi (Calma Chechu) para la revista núm. 10 de Kireei, una publicación con la que comparto valores y visión del mundo. La entrevista, de la que derivó el artículo que sigue, era a Cecilia, una emprendedora y creativa inquieta que ha creado una marca de muebles artesanal, colorida y singular. Adentrarme en el mundo de Cecilia, Chechu, por unas horas fue una delicia.
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