coches, motos a puñados, becaks (bicicletas de 3 ruedas para 2 pasajeros) y bicis conviven en un magnífico y ordenado caos en Yogyakarta (o Yogya, como la llaman la mayoría) al circular por una única carretera con un carril para cada sentido, donde los peatones se las apañan como pueden entremezclándose con todos puesto que las aceras son prácticamente inexistentes. en las calles se ven puestos de comida callejera cada pocos metros, gallinas que deambulan ajenas al bullicio que las rodea, turistas que no se atreven a cruzar la calle por miedo a morir atropellados y javaneses que dormitean en sus becaks a la espera de que alguien les pida servicio. las calles perpendiculares a la principal (que atraviesa prácticamente toda la ciudad), sin embargo, son mucho más tranquilas y paseables. una ciudad de contrastes, eso es lo primero que pensé.
lo que más me impactó de Java, y yo diría que de todo el viaje, fue la experiencia en Borobudur, el templo budista más grande y más importante del mundo, y declarado una de las 7 maravillas del mundo:
anduvimos por el templo mientras observamos la vida de Siddhartha (sabio en cuyas enseñanzas se basó el budismo) representada en relieve sobre las piedras y escuchamos sobre los aprendizajes y descubrimientos que hizo. caminamos durante media hora en silencio, cada uno a su aire, en un paseo meditativo, fijándonos bien en cómo caminábamos y observando la belleza del paisaje que nos rodeaba. lo más especial de todo, sin embargo, para mí fue ella, Atik, una persona sencilla, humilde, que predica con lo que cree, que reconoce sus dificultades y sus tropiezos pero que no parece desistir ni un momento en su propósito. una persona cuyo deseo es alejar a los niños de la región de Borobudur de la venta ambulante de souvenirs y se dedica a formarlos en inglés y en lo que ella llama «life skills», habilidades para la vida, que les permitan trabajar en un restaurante, en el hotel del pueblo o en una guest house y tener un salario más digno y un futuro profesional más prometedor. la escuchamos contar cómo su sueño es construir una escuela donde ella pueda formar a los profesores para poder llegar a muchos más niños y jóvenes de a los que ella llega en sus tutorías, y cómo el dinero que gana de las visitas guiadas al templo lo destina a este sueño, del mismo modo que ha escrito un libro sobre religiones y maneras de vivir que va traduciendo poco a poco al inglés en sus (muy escasos) ratos libres para poder venderlo después online y así recaudar más dinero para su escuela. y tú la escuchas, con su humildad y su ilusión y su absoluta convicción y confianza en su proyecto y te parece un gran ejemplo de inspiración.
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