en el asiento posterior del coche, de camino a casa de los abuelos maternos, la niña mantenía su cara pegada contra la ventanilla y no apartaba la mirada del cielo, pendiente de si veía brillar una estrella más que otra.
tenía 6 años. pelo lacio y castaño, llevaba una diadema roja que le mantenía el flequillo alejado de los ojos. estatura media para su edad y delgada, no había chicha por donde agarrarle. hija única por aquel entonces, era obediente, discreta y presumida. le gustaba vestir con faldas y vestidos, llevar pendientes que colgaran un poquito y disfrutaba como nadie probándose los zapatos de tacón de su abuela; era lo primero que hacía cuando iban a su casa de visita. su madre vestía siempre con zapato plano pero la abuela no, la abuela tenía muchos pares de zapatos y todos tenían tacón, y a ella le encantaba ponérselos e imaginarse que era una mujer mayor con estilo.
cuando, al llegar a casa de sus abuelos, el abuelo abrió la puerta y, con una mezcla de nervios y excitación, le preguntó: «lo has visto?», la niña, visiblemente nerviosa, respondió «todavía no».
se sentaron a la mesa que la abuela había vestido elegante y bonita, con mucho esmero, para la ocasión. unas velas rojas y blancas de diferentes tamaños, con una guirlanda a su alrededor, lucían en el centro. en la mesa había de todo: jamón del bueno, pan con tomate, tortilla de patatas, ensalada, gambas, almejas, calamares… la niña, que tenía el pico fino y no era de muy buen comer, adoraba las comidas como esa, donde no estaba forzada a comer un plato entero de algo, si no que podía ir picando lo que quisiera de cada uno. para beber, además, como era una noche especial, tenía permitido tomar trinaranjus de naranja.
cuando llevaban unos minutos sentados en la mesa, el abuelo de repente hizo un: «sh, sh, shhh…! lo habéis oído? habéis escuchado ese ruido?». todos callaron inmediatamente y agudizaron sus oídos a la espera de escuchar lo que fuera que había sorprendido al abuelo. este prosiguió: «Ana, ven, vamos al patio a ver si lo vemos» y la niña se levantó torpemente de la silla, cogiendo la mano de su abuelo y siguiéndolo por el pasillo, sin apenas poder contener sus nervios y emoción. en el patio ambos levantaron sus miradas y en silencio analizaron escrupulosamente el cielo estrellado a la espera de ver una estrella que brillara más que el resto. «ahí!! la ves? ves cómo brilla y cómo se mueve? ese es Papá Noel, que se está acercando. no falta mucho para que llegue!». la niña entonces entrecerró los ojos, en un intento por ver mejor, y lo vio, y tanto que lo vio: esa estrella más brillante y grande tenía que ser Papá Noel con sus renos acercándose a la casa. la niña corrió pasillo abajo y, atropelladamente por la excitación, informó a sus padres: «l’hem vist! està venint ja! no queda gaire!». sus padres, la abuela y el tío dijeron: «ya?! pues, venga, vamos a terminar de cenar antes de que llegue!».
la niña, con un pie ya en el suelo y muy atenta a cualquier ruido que pudiera ser sospechoso, siguió comiendo a trompicones, la emoción impidiendo que masticara tranquilamente. a los pocos minutos su abuelo repitió «sh, sh, shhh!! ahora! lo habéis oído ahora?» y esta vez, antes de que el abuelo hubiera podido terminar su frase, la niña ya estaba en pie cogiéndole la mano, instándole a apresurarse para salir nuevamente al patio juntos. y ahí volvieron a mirar al cielo y esta vez fue ella la que vio la estrella, más grande y brillante incluso que antes. «iaio! allí! la veo!! la ves? está muy cerca ya!!», y el abuelo respondió: «uy, sí! la veo, la veo! cuánto ha avanzado! le debe quedar nada ya! vamos a contárselo a los demás.» y la niña ya estaba corriendo hacia el comedor para explicarles, con los ojos muy abiertos y la cara reflejando toda su emoción y excitación, cómo la estrella ahora era más grande que antes y cómo eso significaba que estaba súper cerca de la casa.
la niña, con un pie ya en el suelo y muy atenta a cualquier ruido que pudiera ser sospechoso, siguió comiendo a trompicones, la emoción impidiendo que masticara tranquilamente. a los pocos minutos su abuelo repitió «sh, sh, shhh!! ahora! lo habéis oído ahora?» y esta vez, antes de que el abuelo hubiera podido terminar su frase, la niña ya estaba en pie cogiéndole la mano, instándole a apresurarse para salir nuevamente al patio juntos. y ahí volvieron a mirar al cielo y esta vez fue ella la que vio la estrella, más grande y brillante incluso que antes. «iaio! allí! la veo!! la ves? está muy cerca ya!!», y el abuelo respondió: «uy, sí! la veo, la veo! cuánto ha avanzado! le debe quedar nada ya! vamos a contárselo a los demás.» y la niña ya estaba corriendo hacia el comedor para explicarles, con los ojos muy abiertos y la cara reflejando toda su emoción y excitación, cómo la estrella ahora era más grande que antes y cómo eso significaba que estaba súper cerca de la casa.
continuaron comiendo, ahora ya todos visiblemente nerviosos ante la llegada inminente de Papá Noel. pasados unos minutos más, el abuelo repitió: «sh, sh, shhh!! ahora! lo habéis oído ahora?» y esta vez todos lo habían escuchado. la niña y el abuelo ya estaban en pie, el abuelo preguntando: «Ana, te parece que venía del dormitorio el ruido?», «sí, sí, sí, sí!». los dos entraron en la habitación de su tío, pero no había nada allí. «ven, vamos a mirar en el dormitorio de la yaya y mío, a ver si allí…», le dijo el abuelo a la niña. «mira bajo la cama y detrás de las cortinas mientras yo miro en el cuarto de baño». y, de repente: «iaiooo!!! aquí!!! están aquí!! corre, ven, hay un saco lleno de cosas detrás de la cortina!!». y, mientras el abuelo corría al dormitorio, la niña corría al salón donde el resto esperaba impacientemente el resultado de la búsqueda y, sin aliento y gritando de la emoción, les dijo al resto: «els he trobat! els he trobat! ja els ha deixat, correu, veniu, estan a l’habitació dels iaios!». mientras el tío, los padres y la abuela se levantaban corriendo para ir a ver lo que había dejado Papá Noel, la niña y el abuelo salieron al balcón que daba a la parte frontal de la casa y desde allí vieron a Papá Noel alejarse en su trineo con los renos. mientras la niña lo despedía con la mano y le gritaba un «fins l’any que ve!» se preguntaba si algún año podría, por fin, conocerlo en persona, encontrarlo mientras dejaba los regalos.
la noche de Nochebuena sigue siendo, a día de hoy, la noche más mágica que he vivido. la he contado tal y como la recuerdo, aunque estoy segura de que los años y la percepción infantil de ese momento han alterado parte del relato. creo que nunca podré estar suficientemente agradecida a mis padres, a mi tío, a mi abuela y, sobre todo, a mi abuelo materno por hacerme creer en la magia cada año de esa manera. recuerdo que, cuando supe quién era en realidad Papá Noel, la tristeza que sentí fue inmensa en gran parte porque significó que toda la magia que rodeaba esa noche dejara de existir, y que se acabaran las salidas al patio, las estrellas brillantes y los ruidos en el dormitorio. cuando mi hermano nació pudimos hacerlo unos años más, esta vez conmigo formando parte del reparto, pero con él duró menos, siempre fue más despierto y espabilado que yo 🙂
aunque hace muchos años que la Nochebuena no transcurre así y que los que éramos ya no somos, esta noche para mí continúa siendo muy especial pues el recuerdo sigue unido a la fecha. y me ha apetecido contarlo porque creo que la Navidad va esencialmente de magia, de querer creer. de querer creer en que un hombre vestido de rojo viene volando por el cielo en su trineo arrastrado por renos, o de que 3 reyes procedentes de tierras muy lejanas vienen en sus camellos a traernos regalos, o de que un tronco de madera, con cara simpática y barretina graciosa, después de alimentarlo varios días con mandarinas, galletas y turrones, cagará juguetes cuando entre unos cuantos le peguemos con un palo (personalmente me encanta el caga tió pero, visto así, es una tradición con unos valores un poco cuestionables).
y también es el momento de querer creer en que el año que viene sí lo conseguiremos: sí encontraremos nuestro camino, sí recuperaremos la salud, sí haremos ese viaje, sí aprenderemos a estar más presentes y a ser más amables con nosotros mismos, sí correremos esa maratón o haremos ese iron man, sí abriremos nuestra tienda online, tendremos nuestro propio jardín y aprenderemos a cocinar. yo creo que querer creer es una de las capacidades más bonitas e increíbles que tenemos las personas; querer creer es el primer paso para conseguir nuestros sueños. y este es mi deseo para ti: unas fiestas llenas de magia. felices fiestas *
pd. muy probablemente no vuelva a escribir por aquí hasta enero puesto que mañana voy para Barcelona a pasar las Navidades en familia y me apetece estar unos días centrada en las celebraciones y en poco más 🙂 este fin de semana mandaré la newsletter del mes, que esta vez viene acompañada de una playlist para las fiestas y de las actividades que estoy haciendo y que quiero hacer para celebrar la Navidad. si te apetece recibirla, puedes suscribirte introduciendo tu mail en el recuadro que hay en el lado derecho, donde pone «suscríbete». un abrazo 🙂
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