en unos días que siento convulsos, donde los timings apremian, la angustia aflora y las emociones se agrandan chocando unas con otras, encuentro la paz, la belleza y el placer en los detalles más nimios, en los gestos más diminutos:
en fregar la suciedad de platos y ollas con la esponja de lufa y en el agua caliente que resbala por mis dedos cuando los enjuago; en borrar las gotas de agua y de jabón de la encimera con el paño de la cocina y dejar el fregadero limpio; en doblar los papeles de seda y bolsas de tela con esmero para utilizarlos en la siguiente compra; en entrar al apartamento al mediodía y encontrarlo inundado de luz; en leer los apuntes del curso de escritura sentada en el alféizar de la ventana mientras el sol de media tarde me cubre por completo; en cruzar el prado por la mañana, camino a la filmoteca, y no escuchar más que el sonido de mis pasos; en sentarme unos minutos en uno de los bancos de Humlegarden o en los que hay en el último tramo del camino al hotel, cerrar los ojos y dejarme acariciar por este sol templado de primavera; en ver cómo sube el bizcocho en el horno, a la vez que muda de color, y en el aroma dulce y a recuerdos de niñez que se extiende por la habitación; en lavarme concienzudamente los dientes con el cepillo de madera y sentir ese sabor de menta fresca en la boca; en el ritual de ponerme cacao en los labios, crema de manos y masajearme los pies antes de acostarme; en esos minutos de lectura deliciosa en la cama, cuando siento que ya está todo hecho por hoy; en el silencio reconfortante del apartamento; en sentarme en el cojín de meditación por la mañana y cerrar los ojos; en poner la radio mientras preparo el desayuno y sentirme más cerca de casa; en observar el movimiento a mi alrededor, en el bus o en una cafetería cualquiera: ver si las personas hablan entre ellas, si miran el móvil o si observan el paisaje por la ventana… ver qué piden, cómo se relacionan, su lenguaje gestual; en ver la puesta de sol desde el pequeño embarcadero del bosque y sentir cómo mis problemas y preocupaciones se disuelven ante tal espectáculo de belleza; en escribir todas esas pequeñas cosas que me hacen sentir bien.
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