una ruta por La Toscana

los nueve días que pasamos en La Toscana quedan lejos, aunque no hace ni dos meses que estuvimos allí. sin embargo, si cierro los ojos y pienso en el viaje, vuelvo a sentir esa primera bofetada de aire caliente y húmedo que me hizo sonreír cuando aterrizamos al aeropuerto de Florencia porque esa es la sensación física que yo asocio al verano: la piel pegajosa, el pelo encrespado y el aire pesado. escucho de nuevo el grillar de los grillos en medio del silencio de la noche, el tintineo del agua contra la ventana una noche de tormenta y el agradable frescor que le siguió, que hizo que buscara a tientas la sábana para cubrirme hasta la cintura.

recuerdo el color dorado que lo teñía todo al atardecer; los cultivos de viñedos que veíamos desde el coche que se extendían hasta perderse en el horizonte; el pequeño vuelco de emoción que me daba el corazón cada vez que nos adentrábamos en un pueblo nuevo y, al doblar cualquier esquina, encontrábamos calles empedradas, engalanadas con las plantas, macetas y flores de los vecinos. recuerdo la satisfacción al volver a comprar en el mercado y elegir frutas y verduras que se habían cultivado allí; el sabor del melocotón que se me deshacía en la boca antes de ni siquiera morderlo, mientras su jugo se me escurría por los dedos.

recuerdo la paz que sentía sentada frente al mar mirando el vaivén de las olas y pensando que me podría quedar en esa posición para siempre; la copa de vino para cenar, el helado de la tarde mientras paseábamos, la felicidad de rícard, la mía…

La Toscana es una zona preciosa, llena de pueblitos recónditos y bonitos, y paisajes impresionantes que invitan a descubrirlos sin agendas, ni listas, ni objetivos, ni prisas. una de las cosas que más me sorprendió, de hecho, fue la cantidad de pueblos bonitos que descubrimos que no estaban recomendados en los típicos posts de «10 lugares que no te puedes perder de La Toscana». los recomendados eran bonitos, desde luego, pero no más que los anónimos, y la cantidad de gente que había en los primeros y esa gran orientación al turismo palpable en las calles principales de cada uno le restaban una parte importante del encanto para mí. se convirtió en una especie de juego para nosotros ir a la búsqueda de pueblos que no estuvieran tan recomendados y que pararan la respiración a cualquiera igualmente.

sin ningún ánimo de que este post se convierta en otro de tantos de «pueblos imprescindibles de La Toscana», comparto aquí los nombres de los pueblos que, por inesperados, por pequeñitos, o por lo que sea, más nos gustaron:

+ monteriggioni. es muy pequeñito y es uno de los conocidos, pero hay algo de su plaza principal que me atrapa. lo visitamos el primer día y volvimos varias veces: para tomar un helado por la tarde, para cenar mientras caía el sol…

+ colle di val d’elsa. fuimos a parar allí porque era día de mercado y queríamos comprar la cena de las siguientes noches. aunque la parte de la ciudad no tiene un encanto especial, el núcleo que rodea el castillo, en la parte alta, es muy bonito y tranquilo.

+ cortona. me encantó, me pareció precioso. está repleto de calles empedradas, empinadas, cubiertas de macetas y flores que adornan cada puerta y cada rincón. es la ciudad donde se grabó la película «Bajo el sol de La Toscana».

+ pienza. precioso. más grande que la mayoría de pueblos que visitamos, con un casco antiguo repleto de fachadas y rincones bonitos, y un paseo/mirador a la Val d’Orcia que tiene unas vistas impresionantes.

+ san quirico d’orcia. es un pueblo de belleza menos llamativa y despampanante que los que están recomendados en todas partes, pero a mí me pareció precioso igual. pequeñito, cuidado, con poca gente. recuerdo el silencio mientras paseábamos, solamente se escuchaba el parloteo de los pájaros. se sentía mucha paz.

+ abbadia san antimo. no es un pueblo en sí, es una abadía en medio de la naturaleza. una abadía preciosa con una energía… no sé, con un algo especial, transmitía mucha paz. apetecía sentarse en uno de los bancos que había a su alrededor y simplemente observarla en silencio.

+ bagno vignoni. me pareció increíble, tan bonito! llegamos casi al atardecer, buscando las termas naturales que hay en el mismo pueblo. íbamos caminando con cierta prisa porque no estábamos seguros de habernos equivocado de lugar y al doblar una esquina apareció la plaza principal, cubierta por esa luz anaranjada y dorada, y me paré en seco. era tan bonita! de repente me entraron ganas de olvidarme de las termas y simplemente quedarme ahí un buen rato, pasear, sentarme en una terraza y tomar un vino tranquilamente mientras el sol se ponía. me alegré de no hacerlo porque mientras yo me quedaba quieta mirando, rícard descubrió las termas y la manera de llegar a ellas, y fue una experiencia muy bonita poder bañarnos solos en unas aguas calientes al aire libre que bajaban de una pequeña cascada. me quedé con ganas de volver en otro momento al pueblo y disfrutarlo con tranquilidad, pero justamente al día siguiente cambiábamos de zona y de alojamiento así que quedará para una próxima vez.

+ montefiorale. fuimos gracias al post que escribió Marta de cuando estuvieron el verano anterior. un pueblo pequeñito y de belleza sencilla, como San Quirico d’Orcia, pero su belleza es un punto más tosca, más ruda. nos gustó muchísimo. buscando un lugar para comer dimos con Alberto’s home restaurant (el nombre no pegaba nada con el entorno), un diminuto restaurante ubicado en la casa del cocinero, Alberto, con unas vistas a la Val di Chianti impresionantes. las mesas, cinco o seis, estaban en la terraza/jardín de la casa, y mientras él cocinaba un menú cerrado, típicamente toscano y delicioso, nosotros disfrutábamos del increíble paisaje.

+ campiglia marittima. este fue, quizá, el mayor descubrimiento. habíamos reservado una habitación en un bed & breakfast familiar en la costa toscana porque nos apetecía pasar unos días en el mar antes de volver a Estocolmo. al buscar el alojamiento no miramos pueblos, simplemente queríamos un lugar que estuviera bien y cerca del mar y, cuando después de dejar las maletas en el bed & breakfast, fuimos al pueblo a comprar algo de fruta para la cena, nos quedamos boquiabiertos. este pueblito es una preciosidad, una verdadera preciosidad. las calles, estrechas y empinadas, están engalanadas de pies a cabeza de flores y plantas; las mujeres se reúnen enfrente de casa de una de ellas y, sentadas en círculo, cosen juntas mientras hablan; los vecinos conversaban de ventana a ventana, los señores mayores sentados en un banco y discutiendo vete a saber qué… acabar nuestras vacaciones allí fue un auténtico regalo.

4 Comments

  • Adriana Beascoechea
    Hermosa manera de contar! Me dan muchas ganas de correr al primer avión hacia la Toscana. Muchas gracias! Un placer leerte. Mi saludo desde Argentina
    • drimvic
      ay, qué alegría leerte, Adriana! :) la verdad es que La Toscana es una zona preciosa que merece la pena conocer :) un abrazo!
  • Elena
    Anna cómo me gustan tus fotos, sientan delicadas como todo lo que haces ....ya me he puesto a buscar alojamiento en Campiglia Maríttima ( otra cosa es que vaya ) me encanta todo lo que nos enseñas y transmites, un beso preciosa !!
    • drimvic
      jajaja, me ha encantada leer que te has puesto a buscar alojamiento en Campiglia Marittima :) yo te paso el enlace del Bed & Breakfast donde estuvimos, fue una delicia! llevado por Lauro, que vive ahí también, es un alojamiento de 5 o 6 habitaciones. un beso grande, Elena!

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