principios de noviembre de 2019.
resistencia, frustración, lucha, dolor.
me siento exhausta. y siento la frustración que me genera no poder salir a correr, a nadar o hacer una sesión de yoga, cosas que me vuelven a mí, que me hacen sentir más vital y enérgica.
me siento inútil por no poder trabajar, una persona débil. siento como el clima frío y oscuro se va apoderando de mí. siento como me voy ahogando lentamente. siento la oscuridad a mi alrededor.
siento soledad, mucha. me siento extraña, no sé identificar qué me pasa, no puedo ver los pensamientos que están produciendo todo este malestar. tengo altibajos emocionales constantes, me siento en una cuerda floja permanente. me siento vulnerable.
me siento muy culpable por estar sintiéndome así cuando debería estar pletórica por, por fin, estar embarazada. lucho mucho conmigo. me enfado mucho conmigo. lloro mucho. hablo mucho por teléfono con mi madre y con rícard cuando vuelve del trabajo. estos ratos de conversación con ellos me alivian, es como si, al expresar parte de lo que siento, consiguiera sacarlo de mí, vaciarme de una parte de este malestar.
tengo la hemoglobina muy baja, me falta hierro, quieren valorar si me hacen una transfusión. me siento hinchada, no me apetece comer, tengo digestiones pesadas, estreñimiento, hemorroides, dolor.
he empezado con algunos síntomas de la enfermedad y me da pánico. qué pasa ahora si hago un brote? qué pasa con el bebé, lo perjudico? cómo se para un brote estando embarazada?
hace unos días hablé con el Hospital Clínic para trasladar definitivamente el tratamiento a Estocolmo. después de mandar el mail me pasé veinte minutos llorando. no quiero cambiar de médicos, no quiero cambiar de hospital. en el Clínic, a pesar de las discrepancias ocasionales, me siento escuchada, arropada, cuidada. no quiero hacer el tratamiento en un hospital nuevo, en un lugar donde no hablo el idioma, con unos médicos con los que no me pueda expresar con la misma facilidad y soltura.
siento el miedo de no ser capaz de expresar mis necesidades, de no hacerme entender. cuando hablo con una comadrona o con una ginecóloga me bloqueo, las palabras se atrabancan en mi cabeza, se mezcla el catalán, el castellano y el inglés, y al final siento que no soy capaz de decir nada.
siento el miedo de no entender lo que me digan; es un mundo totalmente desconocido para mí, no tengo el vocabulario, no tengo los códigos, no tengo la normativa social. me doy cuenta de que el lenguaje va mucho más allá del idioma. me siento perdida aquí, siento la barrera cultural en las sutilezas; en cómo funcionan las visitas, en la información que te dan y en la que no te dan, en las preguntas que no debería hacer, en la falta de contacto corporal, en la falta de calidez.
siento miedo y soledad por no tener mi red de apoyos cerca: mi madre, amigas que comparten una visión parecida a la mía, terapeutas, personas que me pueden ayudar. no sé a quién recorrer aquí y siento que, si estuviera en Barcelona, todo sería más fácil, tendría los apoyos y la ayuda que necesito.
principios de diciembre de 2019.
rendición, aceptación.
a partir de la semana 12, he soltado la resistencia (parte de ella, por lo menos). acepto mi estado y empiezo a ver la belleza que hay en él. pido ayuda y la acepto. acepto que mi madre venga unos días para estar conmigo y se quede dos semanas en lugar de una. acepto sus cuidados y sus mimos: que me prepare la comida, que me regale un vestido, que salgamos a pasear.
acepto mi cansancio y empiezo a quedarme en la cama un ratito más por las mañanas. acepto mis tiempos: renuncio a hacer todo lo que querría mi cabeza y simplemente estoy en lo que estoy. si no puedo limpiar hoy la casa, no pasa nada; si no puedo limpiarla esta semana, no pasa nada. retraso plazos de entrega sin sentirme culpable, aparto el trabajo de mi cabeza. sé que podré hacerlo, que podré acabar lo que tengo pendiente, pero ahora no es el momento.
me cuido yo también, hago pequeños gestos que me ayudan a sentir mejor, verme mejor: me pinto las uñas, voy a la peluquería y me corto el pelo, suelto peso. si me veo con fuerzas para ir a nadar un rato, voy a nadar, aunque esa sea la única actividad que haga en toda la mañana. hago sesiones de reiki con Laura, busco los apoyos que necesito.
me siento agradecida. ahora mismo no cambiaría esta situación por nada: todas las emociones, las dificultades y los tropiezos forman parte de un camino muy querido y deseado. sé que es un camino diferente para cada una, el mío está siento este.
finales de enero de 2020.
me encanta sentir sus patadas en mi barriga. al principio, cuando rícard ponía las manos, paraba, no sé si porque no las reconocía o para tenernos distraídos un rato; ahora ya no, ahora sigue y me encanta la cara que pone él cada vez que lo siente. por las noches le habla bajito y por la mañana se despide de él con un beso en la barriga cuando se va a trabajar.
a mí me cuesta hablarle en voz alta, pero por dentro le hablo constantemente. me gusta mucho acariciarlo; por la noche, cuando leo en el sofá o en la cama, cojo el libro con una mano y con la otra doy círculos pequeñitos con mis dedos en la barriga. cuando empieza a dar golpes, pongo las manos y lo acaricio para que sepa que estoy ahí. no sé si me siente, yo creo que sí. durante el día, tengo una mano en la barriga para que sienta mi calor y mi presencia; ahora ya ni soy consciente de ello, simplemente mi mano está ahí.
he empezado a cantar. es curioso, no tenía conciencia de hacerlo por él, pero me doy cuenta de que antes raras veces cantaba en voz alta y ahora, en cambio, lo hago a menudo y poniendo atención en no desafinar. unas cuantas noches atrás, que rícard estaba en una cena de trabajo y yo estaba leyendo en la cama, empezó a dar muchas patadas seguidas y me vi cantándole esa nana catalana que siempre me ha parecido preciosa y que solía cantarle al niño (mi hermano) cuando era pequeño. no lo pensé, de repente estaba cantando mientras acariciaba la barriga; después de cantarla tres veces estaba mucho más tranquilo.
qué ganas de tenerlo entre mis brazos, de acariciarlo de verdad, de mecerlo. aún así, no tengo prisa, creo que todo llega en su momento justo y sé que este recorrido de nueve meses es muy necesario, no solo para que pueda desarrollar bien su cuerpo, sino también para mí; para comprender, para integrar, para soltar, para sentirme capaz.
mediados de febrero de 2020.
me pregunto si el embarazo es lo más parecido que tiene actualmente la mujer a su naturaleza. muchos de los filtros mentales que habitualmente pongo en mis actuaciones saltan por los aires. las respuestas son más explosivas, hay más incontinencia verbal, necesito expresarme tal como sale de dentro, sin pararme a pensar si queda bien o mal; necesito estar más en contacto con mi cuerpo, sentirlo, moverlo, tocarme la piel, los brazos…, soltar suspiros y jadeos cuando me muevo…; las emociones son más intensas, hay más contrastes, más altibajos, más desorden o, quizás, más salvajismo…, un estado natural de las cosas sin pasarlas por la cabeza. todo lo que habitualmente reprimo con comentarios internos del tipo «ahora no toca, esto no está bien, no debería…» desaparece para dejar paso a un estado mucho más raw, caótico, puro y bello. y me gusta, es como una liberación. es estar mucho más en contacto conmigo, con mi propia naturaleza. cuando necesito llorar, lloro; cuando estoy enfadada y necesito gritar, grito; cuando necesito bailar, suspirar… lo hago y sienta muy bien.
y ahora que estoy leyendo el libro Nacidas para el placer, de Mireia Darder, me pregunto si no debería ser este nuestro estado habitual, si no deberíamos dejarnos sentir y actuar en consecuencia. todo lo demás son imperativos sociales, impuestos por un sistema masculino de acuerdo a su visión y a sus intereses, que nos aleja de nuestra esencia. el embarazo está siendo una oportunidad increíble para experimentarme en esencia, sin filtros. no hay ningún mal en nuestros instintos, en nuestra intuición, en lo que sentimos, en lo que nos pide el cuerpo y el corazón; es natural, es salvaje, es libre, es… perfecto porque es como es.
leyendo el libro de Darder me doy cuenta de que este estado en el que vivo tiene todo de mujer y de feminidad, y me pregunto si el embarazo no trata un poco menos de hormonas que van locas y un poco más de una parte interna que decide sacudirse y quitarnos el velo invisible que llevamos puesto.
este ha sido parte de mi camino durante el embarazo. son fragmentos de lo que he ido anotando en estos meses. la realidad ha sido mucho más compleja y rica que lo que reflejan estos apuntes, siempre es así, pero, cuando el otro día los releí por primera vez, me apeteció compartirlos. yo misma había empezado a olvidar la dureza de noviembre y diciembre. y está bien que sea así, la mente tiene esta maravillosa capacidad de difuminar lo doloroso y lo difícil, pero a la vez me hizo pensar que, olvidándolo, no compartiéndolo, contribuyo a crear este discurso bonito y perfecto que existe alrededor del embarazo. y estoy convencida de que hay mujeres que han vivido sus embarazos como las épocas más espléndidas de sus vidas, pero no siempre es así, o no para todas, y haber escuchado solamente un tipo de narrativa ha hecho que para mí fuera más difícil de llevar y aceptar mi proceso porque lo vivía con mucha culpa y mucho cuestionamiento, como si hubiera algo defectuoso en mí (cómo puedo sentirme así si debería estar híper feliz todos los segundos del día? qué hay de malo en mí, qué hay de estropeado, por qué yo no lo puedo vivir como «todo el mundo» lo vive?).
compartirlo no persigue otro afán que este, mostrar que hay tantas vivencias como personas y que todas son válidas, todas están bien (en el embarazo y en la vida). y lo bonito para mí al montar este post ha sido que, al recuperar fragmentos de diferentes puntos del embarazo, he podido ver que dentro de un mismo proceso hay muchos momentos, hay luz y oscuridad, y las dos conviven armónicamente. esto también es siempre así. 🙂
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